Durante el acto oficial, en el que se entregó certificados de estudio a sesenta personas de diversos lugares del estado, realizado en el municipio de Jiutepec, el director general del Instituto Estatal de Educación de Adultos, Sebastián Jiménez Reyna, informó que en el estado hay 492 mil personas en rezago, lo que representa alrededor del 30 por ciento de la población total, aunque cabe señalar que sólo se considera en esta situación a quienes tienen más de 15 años de edad.
Dijo que de este total, 91 mil requieren alfabetización, 145 mil no concluyeron la primaria y 254 mil no cuentan con secundaria, tal y como lo establece la ley.
Mencionó que esto ubica a la entidad en la posición número 9 en la tabla nacional en cuanto al número de personas con rezago, en tanto que el Distrito Federal ocupa el lugar número uno con menos población rezagada o sin formación básica.
“Esto no es un aliciente o motivo de conformidad”, aseveró al indicar que aunque Morelos está entre los diez primeros estados de la república con menos personas rezagadas, las cifras no se reducen a pesar del trabajo que se realiza cada año debido a que continúa la deserción y se van sumando nuevas personas a este grupo.
El funcionario dijo que el factor central es precisamente la deserción escolar, “por lo que habría que ver qué es lo que está sucediendo en educación básica, pues hay un alto porcentaje de jóvenes que no concluyen la secundaria”.
Además apuntó que muchos jóvenes dejan de estudiar porque tienen que dedicarse a trabajar ya sea en su lugar de origen o migran a otras ciudades o a Estados Unidos principalmente.
Mencionó que ante este panorama, se han buscado varias alternativas como las jornadas municipales, el plan de apadrina un adulto, en el que los jóvenes que estudian niveles superiores y deben hacer el servicio social, lo pueden cumplir con la alfabetización. Otra estrategia es el propiciar que las dependencias y empresas promuevan que sus trabajadores estudien y concluyan hasta el nivel secundaria.
Cambiar la vida de muchas personas
En el acto oficial, además de entregar 60 certificados a personas mayores de 15 años que concluyeron su educación primaria o secundaria, se festejó a los trabajadores de Ineea que cumplieron años de servicio, con un reconocimiento.
Entre ellos se encuentra Laura Elizabeth Carrillo Ordaz, quien trabaja para el Ineea desde hace 28 años. Psicóloga de profesión, desde joven entró en el mundo de la alfabetización para cumplir con el servicio social y obtener el título de licenciatura.
“No puedo contabilizar a cuántas personas les he enseñado a leer y escribir, porque he estado en diversas áreas del instituto, y como docente estuve más de una década”, expresó la mujer, quien no obstante sí pudo expresar la satisfacción de trabajar para cambiar la vida de otras personas mediante el estudio.
Así, comentó algunos de los casos que le ha tocado conocer en su trayectoria, como el de una mujer de más de 50 años de edad, quien le dijo que al aprender a leer ya puede saber lo que su hijo le contaba en cartas que le enviaba cuando se fue a otro lugar a trabajar, y desde entonces se evitaba la vergüenza de pedir que la vecina leyera las misivas y se enterara de “sus cosas”.
“Me llena de satisfacción acordarme de un señor que era fuerte y joven que había perdido muchos empleos y que no encontraba un buen trabajo porque no sabía leer. Y después de haber aprendido con nuestra ayuda, me dijo casi llorando que me agradecía porque ahora sí podría trabajar en un lugar con mejor sueldo, con prestaciones, con seguro social, con Infonavit. Podría cambiar no sólo su vida, sino la de su familia, sus hijos”.
Contenta pero a la vez con un nudo en la garganta, Laura Carrillo recordó que ha visto a muchas personas que se han enterado del Ineea y que han decidido aprender, “por ejemplo, amas de casa que me dicen que ahora sí podrán ayudar a sus hijos con la tarea. Recuerdo a una señora que me dijo: ahora sí ya mis hijos no se van a burlar de mí porque no sabía leer, y ellos más chiquitos que yo, ya sabían. Y me decían que sus amigos sí tenían quien les explicara. También vemos a muchas personas de edad mayor que nos cuentan que cuando eran jóvenes tuvieron que trabajar para que sus hermanos más pequeños estudiaran, y ya grandes deciden que ahora es su turno de aprender, de hacer algo que siempre quisieron hacer”.