Tropezándose entre las varillas que don Juan dejó sobre la arena, Manuel marcó el fin de la jornada. “Ya párenle cotorro, dile a los chavos que se peinen porque hoy los quiero guapos, y apúrense que vamos a tener misa para que les saquen el chamuco”, dijo entre risas.
En tanto José colocaba los refrescos en el hielo, en el edificio principal se escuchaba la voz del gobernador, “esta es una de las obras más importantes en materia de salud para mi gobierno, porque es en beneficio de los niños y adolescentes de Morelos”.
Uno a uno, los trabajadores de la construcción, maestros albañiles y sus chalanes, comenzaron a llenar las mesas cubiertas con un mantel blanco, que minutos después quedarían con manchas de grasa, pedazos de tortilla, residuos de barbacoa, refresco y uno que otro envase de las ‘chelas’ infaltables en el festejo.
Cuando Marco Adame terminó su reunión con las autoridades de salud estatal y los constructores, no dudó un solo momento en caminar entre la gravilla y la arena hasta llegar a donde ya habían empezado a servir la barbacoa, para convivir con los ‘maistros’ de la cuchara.
Un aplauso inundó el escenario, pues no es común que un gobernador comparta el pan y la sal con los albañiles, que han adoptado el Día de la Santa Cruz como su día.
En un detalle espontáneo, mientras el Mariachi “Los Galleros de Morelos” interpretaba la canción “Acá entre nos”, de José Alfredo Jiménez, Marco Adame tomó una de las improvisadas charolas y comenzó a llevar comida hasta la mesa de los albañiles.
La música siguió pero en segundos quedó un poco opacada por los aplausos que el gobernador se ganó por atenderlos, su ejemplo fue seguido por el secretario de Salud Víctor Manuel Caballero Solano, el director del Hospital del Niño Morelense, Melquisedec Piedragil Ayala y el secretario de Desarrollo Urbano, Demetrio Román Isidoro.
Después de agradecerles su contribución en la construcción del nuevo Hospital del Niño y el Adolescente, Marco Adame tomó su lugar en una de las mesas, donde ya lo esperaba su plato de barbacoa con su limoncito, cebolla picada y cilantro.
Sin que nadie lo anunciara, la fiesta ya había empezado, en las mesas los rostros cansados pero alegres reflejaban el gusto que los obreros tenían por contar con un gobernador sentado a su lado, compartiendo el pan y la sal.
Mientras degustaban de comida, cobijado por los aplausos, el mariachi continuó con interpretaciones como “Cielo rojo”, “Motivos”, “Un puño de tierra” y “El rey”.
Llegó el turno de la banda de viento, que a ritmo de tambora y trompeta contagiaron de su alegría a cada uno de los presentes; ni tardo ni perezoso un hombre de mediana estatura se levantó de la mesa y tomó el micrófono para cantar.
Por la alegría hasta se le olvidó de como se canta “El sinaloense”, pues sólo alcanzó a cantar: “Desde Nobalato vengo, dicen que nací en el Roble, me dicen que soy arriero porque les chiflo y se paran”, y el resto lo tuvo que tararear.
Desde su lugar, la mirada del gobernador Marco Adame recorría atenta todas la mesas, atestiguando la alegría desbordada por quienes a diario toman su herramienta, y bajo los rayos del sol edifican lo que será de mucha utilidad para los morelenses.
Como en toda fiesta morelense no pudo faltar el tradicional Brinco del Chinelo, que levantó de sus mesas a los comensales.
Para cumplir con su agenda de trabajo, el mandatario estatal se levantó de la mesa, se despidió de los albañiles y continuó con sus compromisos; pero en el lugar la fiesta siguió.