Sicilia afirmó que el problema ya no es de partidos sino del sistema. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo
Javier Sicilia, sentado en la terraza del domicilio desde donde trabaja, reflexiona y recuerda cuando recorrió el país y algunos lugares del mundo en busca de justicia: en 2011 el asesinato de su hijo Juan Francisco Sicilia Ortega provocó que se lanzara a las calles y abanderara el dolor de miles de víctimas como él.
El poeta tiene a sus espaldas las flores y los árboles frondosos del jardín de la casa con alberca en donde está ubicada su oficina en Cuernavaca, Morelos, y esa aparente tranquilidad le molesta dice, porque en México hay miles de muertos, desaparecidos y quizás, en ese momento, en algún lugar del país, esté ocurriendo alguna masacre.
Al fondo del paisaje no sólo están las bugambilias, las palmeras y la arboleda de Lomas de Cortés. Está también el caserío de los cientos de habitantes de una ciudad que sufre de noche y de día por la inseguridad y la violencia. Más allá, también está la glorieta Paloma de la Paz, desde donde el 28 de marzo de 2011, Javier Sicilia Zardain salió acompañado de miles de personas, ataviado con su chaleco color caqui y su sombrero café de ala ancha que lo caracterizó, en aquel histórico día en el que se puso en marcha el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad (MPJD) que aglutinó a miles y que enfrentó cara a cara al entonces Presidente de México, el panista Felipe Calderón Hinojosa, autor de la llamada “guerra contra el narco” que hasta ese momento llevaba en su haber 10 mil desaparecidos y 50 mil muertos, entre ellos el hijo del poeta.
Sin embargo, aquel movimiento parece haber servido de poco, dice Sicilia. Las víctimas están divididas, el movimiento fracturado, los muertos y los desaparecidos se triplicaron en cinco años. La muerte de su hijo y de los otros cinco jóvenes que le motivó liderar un movimiento que, sin bien visibilizó la crisis humanitaria que vive el país, no sirvió para “detener el horror” e impedir que la “muerte y el sufrimiento sigan acumulándose”.
Ahora, Sicilia lleva ese otro dolor sobre las espaldas asegura: la impotencia de ver como el país se sumerge cada vez más en la tragedia y en la realidad que puede convertirse en un “infierno” para todos, para las víctimas actuales y para las futuras.
Un infierno que quizás haga saltar de sus sillas a los mexicanos que hasta hoy, no han hecho suyo el dolor de millones, si se cuenta entre las víctimas a los casi 200 mil muertos, 27 mil desparecidos, pero también a sus padres, madres, hermanos, esposas, esposos, hijos y amigos, dice Javier en esta entrevista con SinEmbargo.
Ayotzinapa fue el momento de inflexión que pudo generar la lucha y la unión de la población castigada por la “guerra contra el narco”, la impunidad y la corrupción, pero se quedó encerrado sólo en 43. Con la desaparición de los normalistas ya no sucederá nada. El Gobierno venció al dividir y ahora sólo queda esperar otra tragedia, porque la habrá, indica Sicilia.
Ver Más en: Sin Embargo