Las caudalosas aguas del sureste mexicano encierran valiosos tesoros. La falta de lluvia ha dejado al descubierto lo que queda en pie del templo de Quechula, erigido en el siglo XVI por monjes dominicos en el norte de lo que hoy es el Estado de Chiapas. La iglesia, de 61 metros de largo, se encuentra sumergida desde 1966, cuando se terminó la construcción de la presa de Malpaso, en el cauce del río Grijalva, el segundo más grande de México.
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El Grijalva, de 600 kilómetros de longitud, ha sido afectado este año por el fenómeno El Niño, que ha provocado que llueva menos de la mitad de lo que se acostumbra en una zona del país de frondosa vegetación y habituada a generosas tormentas tropicales. Esta carencia ha disminuido desde mayo los niveles del río, que se encuentran en estado crítico.
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Cuatro presas dependen del Grijalva. Una de ellas es la de Malpaso, que encierra una importante hidroeléctrica que provee de energía a varios Estados del sureste de México. En agosto estaba once metros por debajo de sus niveles promedio. Es posible que las aguas hayan bajado más desde entonces, ya que los expertos calculan que la iglesia de Quechula solo se puede ver cuando el nivel baje 25 metros. La última vez que sucedió esto fue en 2002. En aquel entonces varios devotos caminaron al templo y oficiaron una misa entre paredes cubiertas de lodo seco.
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Carlos Navarrete, un arquitecto que ha elaborado un informe sobre los vestigios de la nave para el Gobierno, asegura que el templo fue abandonado entre 1773 y 1776 debido a una serie de plagas que afectaron las comunidades de la zona, que hoy es poblada por indígenas zoques.
Antes de que se concluyera la presa, en 1966, existió un pequeño poblado cerca del templo. La comunidad estaba formada por cuatro barrios, cada uno de ellos nombrado en honor de un santo. Los familiares de los antiguos habitantes de la zona aseguran que el templo era conocido como la iglesia de Santiago.
Cuando el nivel del agua baja, los pescadores de la región se convierten en guías. Transportan en sus lanchas a los curiosos que quieren apreciar los restos del templo. Algunos afirman que un terremoto en la región tiró uno de los muros, de diez metros de altura, en la década de los cuarenta del siglo pasado. En esta parte del país, la sequía da paso al turismo.
Redacción elPaís