Nuestro país, está compuesto mayoritariamente por personas jóvenes, es posible decir que más de la mitad de la población tiene 25 años o menos, esto ha llamado la atención en la última década dado que no han existido los programas necesarios para hacer que estos jóvenes tengan un buen presente y un mejor futuro.
Si bien es cierto que el país ha alcanzado en los últimos años estabilidad macroeconómica, los jóvenes son parte de uno de los sectores más desfavorecidos de los beneficios económicos y sociales.
Hoy el 70 % de los jóvenes si bien cuentan con un mayor acceso a los servicios educativos en el país, no han logrado ver mejoría en el acceso a mejores mercados laborales, es decir, la mayor parte de ellos, son una mano de obra más calificada que la que fueron sus padres, pero con menos oportunidades de ser aprovechadas.
Esto es entendible porque ahora las economías se rigen por el paradigma del libre mercado, en el cual el Estado no interviene, no tiene empresas o no promueve la producción, esta se dá siempre y cuando haya incentivos para que los empresarios lo hagan.
Los jóvenes entonces están en la encrucijada de mercados laborales cada vez más reducidos y los cuales son mayormente mal retribuidos. La mayoría de los que han terminado o están por terminar una licenciatura, encuentran trabajo en alguna empresa a través de las agencias outsourcing, en donde se enfrentan a la precarización salarial y, sobre todo, a la ausencia de prestaciones sociales. Los jóvenes mexicanos de hoy, no tendrán una jubilación como la tuvieron sus padres y muy probablemente, la seguridad médica de la que gozaron.
La alternativa, para el 30% de los jóvenes que no estudian o tienen un empleo formal, puede verse en dos dolorosas dimensiones, la primera, que es la del comercio informal en la cual entran a un círculo vicioso que, aunque les proporciona un alivio económico inmediato, a la larga contribuyen a la muy desafortunada recaudación de impuestos que no permite la eficaz inversión de los ingresos a la sociedad.
La segunda y quizá, la más lamentable, es la oportunidad que les ofrece el crimen organizado a los jóvenes que se encuentran en las zonas más desfavorecidas del país, ahí en donde las condiciones económicas son aún más difíciles y el desarrollo parece más lejano, es no un atractivo, es una salida para los que no ven otra forma de mejorar su futuro.
Ser jóven en México es un gran reto, el de mantenerse en un papel de agentes estratégicos de cambio en las políticas públicas del país, de impulsar desde la iniciativa ciudadana la incorporación del tema de la juventud en las agendas políticas del país, con el fin de que cada día se elaboren mejores políticas públicas que garanticen un mejor futuro y desarrollo para este sector de la población mexicana que hoy atraviesa por uno de los peores momentos en la historia del país. |