Pocas fueron las nuevas propuestas y muchas las descalificaciones en el segundo debate presidencial, realizado el domingo en Tijuana, en el que 6 ciudadanos cuestionaron a los candidatos.
El formato del segundo debate entre los candidatos presidenciales no cumplió con las expectativas. Quedó a deber y evitó un verdadero intercambio de propuestas.
Por ello, el segundo encuentro entre los aspirantes presidenciales no dejó nada para nadie, volvieron a engancharse en descalificaciones y cada quien se fue ‘con su golpe’, sin definirse un ganador ni a un perdedor.
Con una participación de la sociedad civil sin brillo, sin sobresaltos ni aspavientos, los aspirantes presidenciales dejaron nuevamente ver escasas propuestas y se enfrascaron en acusaciones.
Los choques fueron principalmente entre Ricardo Anaya y Andrés Manuel López Obrador y, Jaime Rodríguez, 'El Bronco', animó, incluso, a López Obrador a dar un abrazo público al priista José Antonio Meade.
Anaya acusó al de Morena de “demagogo y farsante”, al señalarle que son falsas sus cifras de la inversión y el empleo que generó en la Ciudad de México, a lo que López Obrador lo calificó de “Ricky Riquín, canallín”, su frase más repetida en redes sociales.
De paso, en broma, sacó su cartera del saco y dijo: “Voy a cuidar mi cartera, no me la vaya a robar”.
Luego Anaya lo calificó de “hipócrita” al recordarle que tuvo a su hijo estudiando en España. “Pues no que tanto amor por México”. Sobre su visión del comercio internacional, le remarcó: “El problema no es tu edad, sino tus ideas viejas, no entiendes al mundo”.
Los principales anuncios fueron los de López Obrador, de que de ganar la Presidencia de la República respetará las negociaciones del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, pero aclaró que hará un replanteamiento para que se haga también una alianza integral con los países de América del Sur y Central, para terminar con la pobreza y la migración.
También anunció que de llegar a Los Pinos nombrará a la diplomática Alicia Bárcena, actual secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), como embajadora ante la Organización de las Naciones Unidas, a fin de que ayude a defender a los migrantes.
Entre las acusaciones y choques que hubo entre Meade y López Obrador, resaltó cuando el priista lo llamó “cínico” y lo acusó de ser un “empresario de la política”, al recibir más de 3 mil millones de pesos para su partido político que utiliza como un patrimonio personal.
López Obrador evadió diversas acusaciones, entre ellas las de Meade sobre el pasado y los presuntos ilícitos de Nestora Salgado, candidata de Morena al Senado y acusada de secuestro. Sobre su estado de salud tampoco hubo respuesta al cuestionamiento que hizo Meade. Sólo dijo: “Ahora los de la mafia del poder me quieren enfermar, pero me encuentro bien de salud”.
José Antonio Meade lo criticó de tener un médico de alto prestigio en el mundo –como lo publicó el columnista de El Financiero Pablo Hiriart–, a lo que el tabasqueño no respondió.
Sobre los cuestionamientos de su paso por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, el priista admitió que en la dependencia no había protocolos para el combate a la corrupción en las aduanas, por donde pasan armas, pero que a su llegada implementó medidas para su mejor vigilancia.
Los candidatos presidenciales coincidieron en que para evitar los desplantes y las ofensas del gobierno de Estados Unidos, es necesario “hablarle fuerte a Donald Trump”, exigir respeto y que fue un error haberlo invitado a Los Pinos, cuando más insultos destinaba a los mexicanos.