Después de los sismos que azotaron méxico el 7 y 19 de septiembre, millones de damnificados se quedaron sin hogar en Morelos, Oaxaca, Chiapas, Puebla y la CDMX. En algunos lugares se establecieron rápidamente albergues temporales. En muchos otros, se improvisaron frágiles refugios en banquetas y plazas.
Ahora que terminan las labores de rescate y empieza la fase de reconstrucción en distintas zonas del país, parece evidente que muchos albergues temporales carecen de las condiciones mínimas de dignidad, seguridad y salubridad. Y no sabemos aún cuánto tiempo tendrán que vivir los damnificados en estas condiciones precarias…
Así, es necesario exponer cuáles son las condiciones mínimas que debe tener todo refugio temporal y preguntarse si, en cada zona de desastre, pueden cumplirse estas condiciones. De nuevo, si la situación es cada vez menos apremiante en la Ciudad de México, hay que fijarse, particularmente, en las zonas más vulnerables de nuestro sacudido país.
¿Cómo debe montarse un albergue?
En los lineamientos generales de la ONU para campos de refugiados encontramos puntos esenciales que deberían ser aplicados a cualquier tipo de albergues. Y son los mismos lineamientos que se establecieron en países con condiciones similares a las del nuestro (como El Salvador, Colombia y Uruguay).
En todos estos manuales -y también en algunos manuales de albergues temporales a nivel estatal- se plantea como primera necesidad el respeto a los derechos humanos universales. A partir de esta premisa, las preocupaciones principales en el levantamiento de albergues y refugios temporales se centran en la protección frente a las inclemencias del clima, la seguridad, el acondicionamiento interno, las vías de comunicación, la salubridad y la educación.
Todas estas premisas se detallan, por supuesto, según las necesidades de cada país. Pero los elementos básicos son los siguientes:
- El respeto al espacio vital necesario para cada persona (que debe de ser entre 3.5 y 4.5 metros cuadrados).
- La necesidad de intimidad para las familias.
- Los servicios sanitarios suficientes y servicios efectivos de desagüe.
- El almacenamiento adecuado de agua y comida fresca.
- La seguridad mínima necesaria para resguardar las pertenencias de los damnificados, su integridad física y psicosocial.
- La necesidad de efectivas vías de comunicación y medios para comunicarse.
- El acceso a la educación para los niños damnificados.
¿Pero se cumplen todas estas necesidades primarias en los albergues temporales en México?
La lluvia en las calles
La realidad es que las malas condiciones del clima y, en particular, las lluvias torrenciales han demostrado que no estamos listos para enfrentar un largo esfuerzo de albergues temporales para los damnificados del sismo.
En la Ciudad de México hubo cerca de 11 mil 700 estructuras afectadas por el sismo. Hasta ahora, al menos 500 tendrán que ser demolidas. Se dañaron escuelas, edificios de administración pública y muchísimos edificios de departamentos.
Los vecinos de colonias enteras se han visto obligados a dormir fuera de sus casas por el riesgo que implica ingresar a hogares y edificios afectados. Y muchos de ellos duermen en la banqueta para cuidar sus pertenencias.
Mientras tanto, se necesitan más de veinte mil lonas para proteger a los damnificados que están durmiendo en sillas bajo la lluvia. Y no es el único lugar en que la gente está viviendo en la calle, bajo la inclemencia del clima para resguardar sus cosas.
El tiempo de reconstrucción
Hace una semana se anunció que los vecinos del Multifamiliar Tlalpan podrán regresar a sus hogares después de algunas reparaciones. No se sabe cuánto tiempo tomarán las autoridades en permitirles salir del albergue enlodado; pero ya saben que saldrán.
Por más terrible que haya sido la situación en la Ciudad de México, la ayuda se organizó rápidamente y sigue llegando; las comunicaciones fueron restablecidas en pocos días y la economía de la ciudad está en marcha. Éste no es el caso, sin embargo, de otros zonas afectadas.
La precariedad de algunos albergues en la CDMX nos permite comparar, con una terrible perspectiva, las condiciones en las que siguen viviendo los afectados de Puebla, Chiapas y Oaxaca. Para todas estas regiones, la comida y el agua, los víveres inmediatos ya no urgen tanto como antes; pero no existen las condiciones más básicas de refugio, agua corriente, educación e instalaciones sanitarias.
Con la necesidad prolongada de ayuda, con la menguante solidaridad y con la lenta respuesta gubernamental, el temor por la calidad de los albergues temporales crece. Porque, si algunos albergues en la entidad federativa más rica del país son insuficientes, ¿qué podemos esperar de los que se establecen en los municipios más pobres?