Aunque los hispanos se siguen abriendo camino en las mejores universidades de Estados Unidos, las cifras de nuevo ingreso muestran tímidos avances, o incluso retrocesos.
En su ensayo para solicitar admisión a una de las universidades más importantes de Estados Unidos, Kimberly Dávila fue al grano. “Brown is not for browns” (Brown no es para los morenos), escribió la adolescente en el inicio del texto en referencia a la escasa presencia de latinos en el prestigioso instituto de Rhode Island.
“Miré que no había gente como yo”, dijo Dávila, graduada de la secundaria Montebello, en la ciudad del mismo nombre, sobre su visita al plantel el año pasado. Los únicos hispanos que vio en ese campus fueron sus compañeros angelinos que lo recorrían como parte de un programa académico.
Este otoño, Dávila, quien hace 17 años nació en Mazatlán, Sinaloa, será parte del selecto grupo de latinos en las aulas de Brown, donde estudiará Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales. Ella aprovechó un generoso paquete financiero que pagará toda su formación profesional.
“Me gusta representar a mi gente, vengo de una comunidad de muy bajos recursos, de una familia que siempre ha trabajado duro y también porque soy inmigrante se me hace un logro muy grande”, expresó quien fue indocumentada durante buena parte de su infancia, pues sus padres llegaron con ella a Estados Unidos cuando aún era bebé.
ABRIEDO CAMINO
En el ciclo 2015-2016, sólo 179 latinos (11 por ciento del total de sus novatos) lograron matricularse en Brown, fundada en 1764 y en cuya lista de egresados hay ganadores de premios Nobel y gobernadores, así como destacados científicos, ejecutivos, empresarios, escritores y académicos.
Sólo uno de cada 10 solicitantes es aceptado en esa escuela, una tasa similar (del 6 al 14 por ciento) a las otras siete universidades de alto nivel académico que forman la denominada Liga Ivy: Harvard, Princeton, Yale, Columbia, Cornell, Darmouth y Pennsylvania.
Aunque los hispanos siguen abriendo camino en éstas, las cifras de nuevo ingreso muestran tímidos avances o incluso retrocesos.
Brown recibió a 193 latinos (12.5 por ciento del total) en 2012, esto es 14 menos que el año pasado.
El instituto subraya que su proceso de admisión no identifica etnias, sino capacidades.
“Nuestro compromiso con la diversidad […] significa atraer a profesores, estudiantes y personal excepcionalmente talentosos”, expresó la universidad en un comunicado enviado a esta redacción.
En Princeton los hispanos constituyen el 9.1 por ciento del alumnado; y en Harvard, el 12 por ciento.
EN PRO DE LA DIVERSIDAD
En Dartmouth College, en New Hampshire, se inscribieron 103 latinos en 2014. Ahí, los hispanos no han superaron el 10 por ciento de los estudiantes desde 2010.
Ese plantel recalcó que “abraza la diversidad y la inclusión como valores fundamentales que mejoran significativamente la calidad de la educación que ofrecemos”.
Alejandro Ruiz, consejero en un programa de la Universidad del Sur de California (USC) que ayuda a que estudiantes pobres estudien una profesión, dice que ha visto más ánimo para solicitar admisión en la Liga Ivy, pero lamenta que pocos tienen éxito.
“Les estamos abriendo los ojos, les decimos ‘ahí está Harvard, Yale’, pero algunos lo ven como algo muy lejano, sobre todo geográficamente”, mencionó Ruiz. “Pero otros sí han conseguido los fondos para pagar la universidad y están yendo para allá”, agregó.
LOS RETOS
Como otras escuelas altamente selectivas, las universidades Ivy buscan a estudiantes con calificaciones excelentes, que se reten a sí mismos tomando cursos avanzados (AP) y que se involucren en actividades comunitarias y extracurriculares.
Entre los retos que enfrentan los latinos para cumplir esos requisitos están el estudiar en secundarias de bajo rendimiento y a que muchos son pioneros en sus familias en el ingreso a un instituto superior.
“Algunos tienen padres que solo fueron poco tiempo a la primaria”, dijo Stephanie Campbell, directora ejecutiva del programa de preparación universitaria Bright Prospect (https://www.brightprospect.org/) con sede en Pomona.
En otros casos, las familias hispanas se angustian al pensar que sus hijos estarán lejos de casa o desconocen que las escuelas Ivy ofrecen paquetes de ayuda financiera que se basan en el nivel económico de los solicitantes, cubriendo así colegiaturas de hasta 60 mil dólares al año.
Bright Prospect, que ha encaminado a estudiantes latinos a planteles de gran prestigio, no ha notado un incremento en el acceso a éstos. “Es muy competitivo estar ahí”, insistió Campbell.
INVERTIR EN LA COMUNIDAD
Antes de soñar con entrar a una de las mejores universidades del país, Kimberly acompañó a su padre, un obrero que en México cursó unos años de primaria, a una multitudinaria marcha en el centro de Los Ángeles que pedía la legalización de 11 millones de indocumentados.
En esa movilización, cuenta ella, le nació el deseo de ayudar a su gente. Su plan es que después de obtener un título de Brown regresar al Este de Los Ángeles, donde ha vivido desde que llegó a Estados Unidos.
“Me gustaría motivar a otros estudiantes porque no van a esas escuelas quizás porque creen que no van a poder entrar o no tienen esa motivación de aplicar”, expresó la adolescente.
El profesor de secundaria y activista Randy Jurado Ertll ha notado que los que se van a las universidades Ivy suelen desconectarse de sus vecindarios, debido a la falta de oportunidades laborales ahí.
“El concepto debería ser no solo ayudar a un individuo, sino a toda una comunidad porque se crea un vacío de cerebros”, señaló.
Kimberly aún no ha decidido si será periodista (es editora en una revista de su secundaria) o abogada, pero sabe perfectamente que sus logros se convertirán en la inspiración de sus familiares.
“Ellos van a poder aplicar a Harvard, Princeton y Yale, y no van a tener ese miedo de no saber si entrarán”, dice. | Fuente: Sin Embargo