Angus Deaton, ganador este año del Premio Nobel de Ciencias Económicas, es una rareza: un científico social cuidadoso y un estudioso de la política honesta. En los últimos años, la economía no ha tenido un mejor campeón.
Jugó un papel crucial en cómo para medir correctamente la pobreza y el consumo, un problema más difícil de lo que parece y fundamental para muchas ramas de la economía. Más tarde, conectó estos hallazgos a los misterios del crecimiento y desarrollo.
Él está convencido de que ayudar a los pobres es un imperativo moral, y sin embargo ha expresado su escepticismo sobre la eficacia de la ayuda exterior. Dice que muchos proyectos de ayuda individuales valen la pena, pero incluso los mejores proyectos corren el riesgo de atentar contra las instituciones y socavar la democracia.
Sobre este tema, lee parte del discurso que dio en la Universidad de Princeton en 2003:
Muchos países en el mundo han visto el aumento de la desigualdad en la década de 1990 y en países como la India, la rápida expansión en industrias como la de alta tecnología, es probable que desproporcionadamente beneficien a los mejor educados.
El crecimiento de la agricultura, de la que la mayoría de las personas pobres dependen, ha sido menos rápido. Más allá de esto, hay un argumento general de que, en los países pobres que están creciendo, la expansión medida en el ingreso nacional tiende a exagerar la verdadera tasa de crecimiento a medida que más y más producción informal se pone en las cuentas.
Esta producción informal es mejor capturada en las encuestas utilizadas para medir pobreza, aunque sólo sea porque muchas de ellas se basan en el consumo, no en ingresos. Me gusta pensar en esto como el “Efecto Al Capone”.
El gánster notorio nunca podía ser condenado por asesinato o extorsión, pero fue llevado a la justicia por cargos de evasión de impuestos cuando los fiscales mostraron que sus gastos fueron salvajemente excesivos sobre sus ingresos.
El mensaje aquí es que es importante medir la pobreza directamente, la recogida de datos sobre el nivel de vida de la gente pobre y no asumir que los ingresos de los pobres crecen a la misma velocidad que la media. “Hacer esta suposición es efectivamente la negativa frente a una de las preguntas centrales sobre si el crecimiento en todo el mundo es bueno para el pobre”.
Con Información de El Financiero