A finales de 2013 Alejandro “Willy” Ramos, buceaba a más de 30 metros de profundidad en busca de mejillones, cuando el accidental paso de una lancha provocó que el buzo subiera de golpe hasta la superficie.
Willy, como le llaman sus familiares y amigos, es un buzo que operaba en la localidad peruana de Pisco y sabe bien que cuando uno se encuentra a tales profundidades, el cuerpo se somete a una gran presión que lo obliga a ir subiendo a la superficie poco a poco para evitar que el nitrógeno forme burbujas en su torrente sanguíneo y que estas provoquen un problema mayor de salud.
A esto se le conoce como síndrome por descompresión y puede derivar en hinchazón, una embolia o incluso en una tromboembolia capaz de provocar parálisis o incluso la muerte.
El buzo solo quiere volver a sumergirse en el mar y continuar recolectando mejillones (YouTube).
A las profundidades a las que los buzos que recolectan mejillones, la presión del fondo del mar hace que el nitrógeno se disuelva y se aloje en el tejido graso.
Willy, en su experiencia, cree que fue ese fatídico día de 2013 cuando su vida dio un giro de 180 grados, pues cuando un lancha mariscadora pasó muy cerca de la embarcación que le suministraba oxígeno, sus hélices cortaron la manguera con la que podía respirar debajo del agua, obligándolo a subir de golpe aproximadamente 36 metros.
El buzo recuerda que a los pocos minutos de regresar a la lancha donde su hijo y otro compañero le esperaban, su torso y brazos comenzaron a hincharse
Fue entonces cuando Willy decidió usar una técnica que los buzos “de la vieja escuela” suelen emplear para esos casos: volver a sumergirse a la misma profundidad desde la que emergió para ascender apropiadamente, haciendo escalas cada cierta cantidad de metros hasta volver a la superficie.
Willy necesita una cadera nueva, pero no le alcanza para conseguirla (YouTube).
Esta maniobra no llega sin sus riesgos pues, como dicen otros buzos profesionales, las probabilidades de perder el conocimiento durante el ascenso y ahogarse son altas.
Usando la compresora que le habían prestado los pescadores de una lancha cercana, Willy se volvió a sumergir, pero las prisas de sus compañeros por regresar al puerto y vender su mercancía, provocaron que el buzo cumpliera con solo media hora de las dos horas que requiere la maniobra para completarse adecuadamente.
Cuando Alejandro “Willy” Ramos fue a un hospital cercano, su cuerpo ya se había hinchado demasiado.
El buzo agradece a dios que le haya dejado vivir a pesar de haberlo deformado, pero aun así no puede evitar sentirse deprimido por considerarse una carga para sus compañeros y familiares.
Al recibirlo en el hospital los doctores dijeron nunca haber visto un caso parecido y que la única manera de saber qué lo había hinchado tanto era a través de varias resonancias magnéticas que, cada una, cuesta mucho más de lo que Willy ganaba en una quincena.
Como al final no pudieron realizarle los análisis necesarios, los médicos atribuyeron su hinchazón a la descompresión que sufrió.
¿Tumor o gas entre los tejidos? (YouTube).
Por eso el único tratamiento que pudieron recomendarle fue la cámara hiperbárica, un método conocido por los buzos que consiste en introducir a alguien en una habitación sellada que aumenta la presión atmosférica y circula oxígeno puro para que el gas alcance las zonas dañadas del cuerpo y disminuya ese tipo específico de hinchazón.
Aun sin tratamiento, el cuerpo de Willy debió haber vuelto a la normalidad, pero eso no sucedió.
Desde entonces el buzo tiene un par de bíceps con un contorno de más de 60 y 70 centímetros cada uno, y enormes bultos que nacen de cada codo y se funden con otros que sobresalen de sus hombros.
Sus pectorales también están inflados y de su espalda, caderas y muslos sobresalen bolas de carne que llegan a pesar varios kilos de más.
Esta deformidad también le impide caminar adecuadamente, orinar y llevar su vida con normalidad debido al intenso dolor de huesos que siente todos los días.
El accidente, insólito en la historia del buceo, también le provoca un extraño silbido al momento de respirar.
La vida de Willy no terminó esa tarde de buceo, pero si cambió drásticamente.
Tras cuatro años encerrado en su casa, el buzo comenzó a dejarse ver por la ciudad (YouTube).
Tras salir del hospital, el buzo comenzó a resentir las secuelas del accidente, primero su antigua novia le marcó un día y le dijo “Oye, te he visto en el hospital. ¡Pucha que estás horroroso, cómo has quedado! ¡Pasu macho! ¡Qué pena!”.
Eso y las miradas de curiosidad de todo el que posaba sus ojos sobre su cuerpo deforme, sumió al buzo en una depresión que lo mantuvo enclaustrado en su casa por una larga temporada, saliendo únicamente por las noches o muy temprano por la mañana, para sentarse en la playa a mirar el mar, justo cuando no hay mucha gente cerca.
“Casi no salgo a la calle porque me da vergüenza que la gente se pare a mirarme como a un animal raro,” dijo Alejandro Ramos en entrevista con la BBC.
Hoy algunos doctores se han preocupado por darle seguimiento al caso de Willy, lo que los ha llevado a creer que su condición es tratable.
Ellos consideran que tal vez su deformidad no se debe al gas atrapado entre sus tejidos, sino a una serie de tumores cuya existencia solo podría ser explicada por “una enfermedad congénita que se manifestó, casi por casualidad, tras el incidente”.
Los médicos ya dijeron que intentarían tratar su condición (YouTube).
Todavía no se sabe a ciencia cierta si ese es el caso, pero los doctores coinciden en que el pescador necesita urgentemente un trasplante de cadera, ya que la osteonecrosis que vino tras el accidente, ya se encuentra en un estado muy avanzado.
El hospital local ya afirmó que la operación será gratis, pero que la prótesis que necesita tiene que conseguirla él mismo.
Si eso sucede y la operación es un éxito, tal vez Willy pueda volver a bucear pues además de ser su sustento, siempre fue una de las coas que más amó en la vida.