El mundial se acerca. La religión llamada fútbol dominará las conversaciones y noticieros del próximo mes. El humorista John Oliver será una de esas personas que intentará no perderse un encuentro, pero quiere que no olvidemos una cosa importante. La FIFA tiene un lado oscuro. Muy oscuro. Algunos se aventurarían incluso a compararlo con Mordor. Por mucho que el inglés lo cuente con chistes, este extracto de 13 minutos de su programa que encontramos en Quartz es un recordatorio de que detrás de este bello juego hay unos intereses difíciles de justificar desde el punto de vista ético.
¿Cuál es la necesidad de enturbiar algo como el deporte que muchos piensan que debería estar separado de la política?
La respuesta de Oliver es larga y toca muchos palos, empezando por la teoría de la salchicha, «que dice que si amas una cosa, nunca investigues cómo ha sido fabricada». El británico afincado en Estados Unidos se refiere a los entresijos de su querida FIFA.
Una organización «cómicamente grotesca. Enseñar a alguien su funcionamiento interno es comparable a que te enseñen el vídeo de 2 Girls One Cup».
Las razones son muchas:
- El gasto desmedido en el que ha incurrido el gobierno brasileño para cumplir con las exigencias de FIFA: 11.000 millones de dólares (responsabilidad que por supuesto también debería caer sobre la autoridades locales).
- El estadio de 270 millones de dólares en Manaus que ha sido inaugurado para el evento, una ciudad remota en medio del Amazonas, que no cuenta con una población suficiente para sostener esta infraestructura una vez finalizados los cuatro partidos que se jugarán allí.
- Los tribunales especiales creados a medida de la organización con poderes extraordinarios para encarcelar a delincuentes.
- El hecho de que FIFA prácticamente no paga impuestos. En este mundial, en concreto, se llevarán consigo 250 millones de dólares limpios que no pasarán por el fisco brasileño a pesar de que el desembolso ha corrido a cargo del país.
- La organización obligó a la nación a volver a permitir el consumo de alcohol en los estadios, a pesar de que existía una norma establecida por ley en 2003 que se introdujo para atajar la violencia en los estadios.
¿Más razones?
La corrupción que aupó a Qatar a ser organizadores del mundial en 2022. El abuso flagrante de los derechos de los trabajadores que están construyendo esos estadios (aunque el país ha anunciado que trabaja para mejorarlo). Declaraciones de Sepp Blatter donde dice que es una organización sin ánimo de lucro con 1.000 millones de dólares en el banco.
Oliver no dejará de ver los partidos, pero dice que es difícil no pensar que hay algo que no funciona en la forma en la que se organizan estos eventos. Una crítica que se extiende frecuentemente a las olimpiadas.
Así que disfruten del fútbol este verano, pero no se olviden de la «iglesia malvada que lo gestiona», concluye el británico. Aunque todo apunta a que será difícil ignorarlo.
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Fuente: Animal Politico
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