Ante la ausencia de vigilancia, el zócalo de la ciudad es campo propicio para la prostitución femenina y masculina, la cual se ejerce sin ninguna restricción a unos metros del palacio municipal. Ello ha ocasionado agresiones hacia las amas de casa o las estudiantes que suelen atravesar la plaza camino a su escuela o trabajo.
También los limosneros que han hecho de la mendicidad un negocio han convertido al primer cuadro de la ciudad en su centro de trabajo, y sin que nadie regule esa actividad es notorio el acoso que ejercen sobre las personas que acuden a los establecimientos comerciales de la zona.
Otra plaga que se ha establecido en el zócalo de la ciudad de Cuautla son los indigentes, problema social que no parece importar a las autoridades del ayuntamiento, pues existen en este perímetro por lo menos cinco indigentes que padecen de sus facultades mentales que transitan por todos lados portando con ellos un olor nauseabundo, convirtiéndose así en un problema para los restaurantes y fondas que ven ahuyentada su clientela.
Ni por el problema de salud pública que representan, al ser portadores potenciales de enfermedades o contagios por la insalubridad en que viven, parece importarle al ayuntamiento. Lo anterior, aunado al problema de los comerciantes ambulantes y la delincuencia que ha sentado sus dominios en este lugar, son los elementos propicios para ahuyentar al turismo y neutralizar los esfuerzos de las autoridades estatales por rescatar su imagen urbana.