Los refugiados de Siria e Irak, esta vez llegados a Europa por mar, figuran también en la serie ganadora de la categoría de Noticias de Actualidad. Captados por el fotógrafo ruso Sergej Ponomarev para The New York Times, presenta una barcaza con demasiada gente a bordo intentado ganar la orilla de la isla griega de Lesbos. En la categoría de Gente, aparecen menores refugiados, con una niña que se cubre la cara con un impermeable de plástico transparente. El autor es el esloveno Matic Zorman, y la pequeña estaba en un campo para demandantes de asilo dispuesto en Serbia.
El concurso World Press Photo concede el galardón más prestigioso del fotoperiodismo mundial, y esta vez ha seleccionado a los ganadores entre 82.951 imágenes enviadas por 5.775 profesionales de 128 países. No solo los primeros premios son especiales. En el apartado de temas Contemporáneos, la estadounidense Adriane Ohanesian ha quedado en segundo lugar con la instantánea de Adam Abdel, un niño sudanés de 7 años quemado por las bombas lanzadas por el Gobierno contra su pueblo, Burgu, en Darfur. Y en el apartado de Naturaleza, otro australiano, Rohan Kelly, se ha llevado el primer premio por haber captado el momento en que una masa de nubes parecía abalanzarse como un tsunami sobre la playa de Bondi, en Sídney, publicada por The Daily Telegraph.
Código de conducta
Nacida en Holanda en 1955, la Fundación World Press Photo ha elaborado un código de conducta que exige a los fotógrafos "reflejar con fidelidad la escena captada para no engañar al público". "No pueden preparar el escenario ni tampoco repetir tomas para que salga mejor". También deben ser "abiertos y francos al explicar cómo lograron captar la imagen". Los cambios de tono que alteren los colores originales no están permitidos. Otro tanto ocurre con "las modificaciones en la densidad, contraste, color o niveles de saturación que puedan acabar eliminando fondos o personas". Solo se admite a los fotógrafos profesionales, aunque no es necesario que la foto haya sido publicada con anterioridad.
Las normas exigen asimismo que la foto esté fechada, explique lo que ocurre y dónde, además de describir el contexto. Por ejemplo, si hubo un accidente y lo que se muestra es posterior. Explicar las circunstancias en las que fue conseguida es esencial. Con la firmeza del jurado a la hora de decidir si las reglas han sido observadas, se espera evitar fiascos como el de 2015, cuando el italiano Giovanni Troilo perdió un primer premio en la categoría de Temas de Actualidad. Su reportaje estaba compuesto de una decena de imágenes de la localidad belga de Charleroi. Titulado Ciudad negra, incluía, sin embargo, una sacada en el suburbio de Molenbeek, en Bruselas. Al no haber informado a los jueces de que trabajó en más de un enclave, extremo prohibido en este tipo de reportajes, se quedó sin trofeo. En 2012, el sueco Paul Hansen, ganador de la mejor foto de ese año, fue investigado por el supuesto montaje de varias tomas (para conmover al espectador) ante los cadáveres de dos niños llevados por sus padres en Gaza. El jurado solo constató "retoques de color". Estas polémicas llevaron a la redacción de un código deontológico que ha ido afinándose.
La exposición posterior con la obra de todos los ganadores viaja por 45 países y es contemplada por una media de 3,5 millones de personas al año. El premio será entregado los próximos 22 y 23 de abril en una ceremonia en Ámsterdam.