Para muchos no es fuera de lo común encender la pantalla de nuestros teléfonos inteligentes y encontrarnos con un centenar de notificaciones: los me gusta de Facebook, retweets en Twitter, un comentario en nuestra foto de Instagram, o una nueva persona que nos añade en Google Plus. Lo cierto es que las redes sociales han llegado para quedarse, por lo menos en el futuro inmediato, pero ¿¿Por qué nos sentimo atraídos por las redes sociales?, ¿cómo es que pasaron de ser una página web más a un movimiento social que está revolucionando el mundo?.
Las redes sociales nos hacen sentir bien, nos recompensan y nos mantienen enganchados
Burrhus Frederic Skinner a lo largo de su carrera académica como psicólogo y filósofo social intentó responder una pregunta realmente sencilla, ¿Qué nos motiva a ejecutar conductas?, para este autor, la respuesta está en las recompensas. Cuando hacemos algo y recibimos a cambio una recompensa, tenemos mayor probabilidad de ejecutar de nuevo la conducta, especialmente cuando no sabemos cuántas veces tenemos que ejecutarla para recibir la recompensa. A esto se le conoce como un programa de reforzamiento de tipo variable, y el ejemplo clásico son las máquina tragaperras del casino, no sabemos cuántas veces tenemos que jugar para que la bendita maquina nos escupa un premio.
Del mismo modo, casi todas las actividades que llevamos a cabo en las redes sociales se adscriben a este programa de reforzamiento, cuando seguimos a alguien en twitter, o mandamos una solicitud de amistad en Facebook, esto no es garantía de que la persona nos responderá; del mismo modo, cuando compartimos un comentario, enlace o historia, tampoco sabemos si alguien le dará un “me gusta”**. Esta incertidumbre, según la teoría de Skinner, aumenta considerablemente la probabilidad de que invirtamos más tiempo en las redes sociales** a la expectativa del preciado +1 o la nueva notificación de turno.
Por otro lado Mauri y colaboradores encontraron que la experiencia de participar en las redes sociales suele causar en nosotros un estado emocional positivo, caracterizado por un nivel elevado de actividad cerebral y una sensación subjetiva de “bienestar”. En pocas palabras, abrir una red social e interactuar con otros nos hace sentir bien. Esto puede sonar obvio, pero lo que resulta realmente interesante es que los autores destacan que este “bienestar” es considerablemente distinto a otras experiencias, de modo que el placer que nos brindan las redes sociales no se obtiene regularmente por otros medios.
Finalmente, no es secreto para nadie que las redes sociales están en constante crecimiento. Los ingenieros y diseñadores dedican gran parte de su trabajo a cambiar estos servicios, mejorando la apariencia y brindándole nuevas herramientas al usuario. Estas modificaciones no son producto de un capricho, sino que responden al sesgo cognitivo de los seres humanos de preferir cosas nuevas, en este sentido, cuando recibimos una notificación de una nueva función de la red social, ésta se convierte en una caja de sorpresas, algo que nos motiva a visitar nuestros perfiles para explorar las nuevas funciones disponibles.
Las redes sociales nos permiten celebrar los logros
Para McClelland los seres humanos estamos motivados por tres grandes fuerzas: alcanzar metas, ejercer poder y sentir que formamos parte de un grupo social. Las redes sociales son un medio a través del cual podemos alcanzar estos objetivos. Por ejemplo, cuando nos graduamos, comenzamos una relación o recibimos un ascenso en el trabajo nos encanta compartirlo con el mundo, parte de la motivación al logro es que el otro este enterado y celebre nuestras victorias; los “enhorabuena” dan mayor peso a nuestros éxitos y nos motivan no solo a compartir más buenas noticias, sino a seguir trabajando en nuestro crecimiento.
Por si eso fuese poco, son también un mecanismo de compensación emocional, en un estudio elaborado por Johnson y Knobloch-Westerwick, se encontró que las personas cuando sienten insatisfacción por su vida, tienden a revisar perfiles de otras personas que consideran menos exitosas o menos atractivas, en este proceso, el usuario resignifica sus propias experiencias, y atribuye una valencia positiva a su vida, reafirmando su autoestima y regulando su estado emocional.
Las redes sociales nos dan poder
En lo que se refiere al poder, la cosa es bastante compleja e interesante, en primer lugar, las redes sociales nos brindan control sobre los aspectos de nuestra vida que deseamos hacer salientes, la persona virtual se construye en función de los momentos que compartimos, de modo que el complejo entramado que llamamos vida es filtrado por un conveniente timeline de eventos estructurados, editados y procesados. Cuando escogemos la foto de nuestro perfil, el fondo de nuestra página personal y decidimos que eventos queremos compartir le estamos dando un sentido a nuestras vidas, y en este proceso construimos la identidad que deseamos proyectar al mundo.
Al mismo tiempo, a diferencia de lo que ocurre con las conversaciones, correos electrónicos u otras formas de comunicación, en las redes sociales siempre tenemos el poder de hacer cambios, nosotros decidimos cuando borrar un comentario, cuando cambiar una foto o bloquear a una persona, puede que la vida no tenga un botón de edición, pero las redes sociales nos permiten enmendar errores con un clic.
Fotografía: Peter Bernik - Shutterstock
Otro ejemplo de cómo jugamos con el poder en las redes sociales son los selfies. La fotografía hecha por el mismo modelo, especialmente aquella cargada de simbolismo sexual, convierte al sujeto en un objeto del deseo, en un algo que el otro disfruta y quisiera poseer. En esta dinámica se genera una relación de poder fundamentada en el consumo, el otro está a la expectativa de la próxima fotografía, de modo que su deseo queda al servicio del capricho de la persona que se tomó la foto. Schwarz estudio esta dinámica en adolescentes Israelitas y denota que este juego del selfie no solo permite al adolescente explorar su relación con el propio cuerpo y con su sexualidad, sino que además, es una herramienta para generar influencia social dentro y fuera de la red.
Adicionalmente, el autor denota que si bien esta dinámica es liberadora en algunos aspectos, es esclavizante en otros, en la medida que se convierte en una competencia en la que no todos pueden participar, solamente las personas más hermosas logran sobresalir, llevando a los individuos a preocuparse por su aspecto personal y competir con otros por atención, fenómeno similar al culto de la celebridad que esta dinámica intenta copiar.
Las redes sociales nos ayudan a pertenecer
Por supuesto que las redes sociales satisfacen nuestra necesidad de afiliación en la medida que nos permiten buscar grupos de semejantes que comparten nuestros intereses, formando comunidades en torno a temas centrales como la música, la literatura o los videojuegos, pero esta es solo la punta del iceberg. Por un lado, la popularidad masiva de las redes sociales responden a la ley básica de la conformidad social, si todas las personas que conocemos están en una red, difícilmente podremos resistir la necesidad de pertenecer a esa misma red, esto viene de la mano con el FOMO (Fear of missing out), que es la experiencia subjetiva de sentir que nos estamos perdiendo de cosas y la necesidad de estar en contacto permanente con los otros, fenómeno que es un poderoso motivador para mantenerse conectado a las redes sociales.
Adicionalmente, las redes son un mecanismo ideal para la construcción, mantenimiento y fortalecimiento de vínculos sociales débiles, como por ejemplo conocidos o familiares distantes; los recordatorios de cumpleaños y los timelines son oportunidades para establecer interacciones, compartir noticias, conversar y comparar opiniones, lo que conduce la profundización del vínculo. El valor de los vínculos sociales débiles es que expanden nuestros horizontes, lo que ocurre con las personas cercanas es que normalmente compartimos la misma información; sin embargo, el conocido distante está en contacto con otros núcleos sociales ajenos a nosotros y maneja información que desconocemos. Así por ejemplo, una persona que alguna vez conocimos en una convención puede colocar en su Facebook una oferta laboral que nos interesa y a la que no habríamos tenido acceso de otra manera. Esta es una de las tantas formas en las que las redes sociales aumentan nuestro capital social.
Finalmente, las redes sociales nos ayudan a estrechar los vínculos sociales cercanos. Un ejemplo sencillo es en el caso de las migraciones de amigos o conocidos, pues a través de Facebook e Instagram nos mantenemos involucrados en la vida de las personas que están lejos, compartiendo nuestro día a día y preservando el vínculo.
Es innegable que las redes sociales han cambiado nuestra forma de relacionarnos con el mundo, y más allá de las consecuencias negativas que puedan acarrear, brindan una serie de beneficios y bondades que las han llevado a crecer exponencialmente, solamente considera que en una década o dos la mayoría de los adultos habrán nacido en un mundo lleno de “me gusta” y emoticones, donde la distancia física no representa una barrera para comunicarnos, cual profecía, las novelas de sci-fi tan populares en los 80 se han convertido en una realidad.