Sin embargo, podría ser todo lo contrario según el diario El País.

De acuerdo con Abigail Campos Díez —autora del artículo— después de obtener oxígeno, la prioridad para el cuerpo de una persona es mantenerse a 36.5 ºC (con un margen de variación de un grado arriba o abajo), y cualquier desviación, por pequeña que sea, representa una señal de alarma para el organismo.

Así que si te encuentras en un clima cálido y te metes de golpe al mar o a una piscina con una temperatura, por ejemplo, de 23 ºC, el cambio térmico puede generar cambios importantes.

Al meterse en agua fría, el cuerpo detecta una situación completamente forzada y empieza a desarrollar defensas contra el frescor: contrae todo lo que puede la piel (se cierran los poros) y, esencialmente, concentra la sangre en los órganos vitales para no perder el calor. Ese es el mecanismo. Pretender que eso tenga beneficios para la salud es dudosísimo”, asegura Antonio Ruiz de Elvira, catedrático de Física Aplicada de la Universidad de Alcalá de Henares.

Entonces no se trata de que estimule la circulación sanguínea, más bien el cuerpo trata de perder el mínimo calor posible. "La idea de que el agua fría tiene algún estímulo para el cuerpo es lo mismo que si uno está medio dormido y alguien le pincha con una aguja o le da una bofetada. Pegará un salto, pero no tendrá ningún otro efecto que el de una reacción nerviosa", agrega el experto.

El principal problema surge cuando alguien no abandona el agua fría en el momento adecuado y permite que las bajas temperaturas acaben con la reserva de carbohidratos del cuerpo. Así que hay que saber distinguir cuando el agua fría ya fue suficiente para el organismo.

La velocidad de enfriamiento del cuerpo depende de qué tan fría esté el agua pero según el artículo, los hombres se enfrían a una velocidad que es 0.84 veces mayor que la de las mujeres. | Dineroenimagen