Tres tipos de músculos
El cuerpo humano está compuesto de tres tipos de músculos: esquelético, liso y cardíaco.
Músculo esquelético
Los tejidos musculares esqueléticos son estriados, algo similar a lo que la mayoría de nosotros pensamos cuando visualizamos mentalmente un músculo. Están acoplados a los huesos y los tendones, y controlan prácticamente todos los movimientos voluntarios e involuntarios (como el diafragma) del cuerpo. El movimiento voluntario está estimulado por:
Impulsos nerviosos que viajan a través de las neuronas motoras del sistema nervioso somático que hacen que las fibras de los músculos esqueléticos en las que terminan se contraigan.
Al igual que el músculo cardíaco, el esquelético obtiene su energía de las mitocondrias dentro de las células - "a más mitocondrias, más energía disponible para el músculo":
Como los humanos no hemos necesitado a lo largo de nuestra evolución flexionar los músculos esqueléticos durante un periodo prolongado de tiempo, el volumen total de tejido muscular esquelético contiene una media de solo 1 a 2% de mitocondrias. Es una fuente suficiente de energía para actividades intermitentes como caminar o correr.
Complementando sus reservas de mitocondrias, los músculos esqueléticos también pueden utilizar glucógeno (energía almacenada) para producir trifosfato de adenosina (ATP, en sus siglas en inglés), la unidad básica que transporta y libera energía en las células.
Músculo liso
El músculo liso es justo lo que indica su propio nombre: tejido liso sin estrías transversales. Se encuentra en los órganos internos (excepto en el corazón), aparato reproductor y vasos sanguíneos. Funciona de forma automática ayudándote en la digestión, a dilatar tus pupilas o a orinar.
Músculo cardíaco
Al igual que el músculo esquelético, el cardíaco es estriado. Sin embargo, las células de este músculo están unidas fuertemente y de una forma que "permiten que el corazón se contraiga con potencia sin dañar las fibras del tejido muscular".
El estímulo que hace latir al corazón viene de su propio interior, y "pasa de fibra a fibra a través de espacios entre sus intersecciones"
Se trata de una onda sincrónica que parte del atrio y baja hasta los ventrículos bombeando la sangre. Cualquier cosa que interfiera con esta onda sincrónica (cómo un ataque al corazón) provoca que las fibras musculares latan de manera aleatoria en lo que se conoce como fibrilación.
Aunque el corazón late de manera independiente, los nervios del sistema nervioso autónomo:
Llegan hasta el corazón, pero su efecto es simplemente de regulación, aumentando o disminuyendo la frecuencia y la fuerza de los latidos. Incluso si esos nervios son destruidos (como ocurre en un transplante cardíaco) el corazón sigue latiendo.
El músculo cardíaco, al igual que el músculo esquelético, también toma su energía de las mitocondrias, pero tiene muchas más.
Entre un 30 y un 35% del volumen total del corazón está formado por mitocondrias. Esa masiva cantidad de generadores de energía significa que el músculo cardíaco sano nunca necesita descansar. Hay un flujo constante de energía transfiriéndose al músculo mientras llega nueva energía derivada del consumo de calorías.
Sin embargo, esta dependencia mayor de las mitocondrias también significa que tiene una:
Mucho mayor dependencia de la respiración celular para producir ATP. El músculo cardíaco tiene menos glucógeno y obtiene pocos beneficios de la glucólisis cuando la cantidad de oxígeno es baja. Cualquier problema que interrumpa el flujo de sangre oxigenada al corazón provoca daños (o incluso la muerte) muy rápidamente. Esto es lo que ocurre precisamente en los ataques cardíacos.
Corazones rotos
En el año 2001, científicos estudiaron la fatiga cardíaca en atletas de resistencia.
El cardiólogo Euan Ashley organizó un laboratorio cardíaco móvil en la línea de meta de la prueba de ultra-resistencia "Adrenaline Rush" que se celebra en las Tierras Altas de Escocia. El equipo ganador se derrumbó, exhausto, tras culminar unas 90 horas de bicicleta, escalada, natación, canoa y pruebas de cuerda durante las que prácticamente no se duerme.
Ashley comprobó sus corazones antes y después de la prueba de 400 kilómetros. Los corazones de los atletas que terminaban la prueba bombeaban un 10% menos sangre comparado con el rendimiento previo a la carrera.
Ashley no tardó en anotar, sin embargo, que "los corazones de los atletas que mostraban signos de fatiga cardíaca volvían a la normalidad poco después de terminar la prueba sin sufrir daño permanente."
Daño permanente
Aunque una única prueba extrema de resistencia no es suficiente como para provocar un daño permanente en el corazón, investigaciones más recientes apuntan a que toda una vida de entrenamientos extremos sí que lo hace. Según un estudio británico de 2011:
Se seleccionaron personas que han sido parte de un equipo nacional u olímpico en disciplinas de resistencia como correr largas distancias, así como corredores que han completado cien maratones. 20 de los sujetos tenían más de 50 años, y otros 17 estaban entre los 26 y los 40 años. A continuación se comparó a ese grupo de atletas con otro grupo de personas de más de cincuenta años sanas, pero que nunca han realizado pruebas de resistencia.
Todos ellos pasaron una prueba de resonancia magnética que se utiliza para detectar signos tempranos de fibrosis o tejido cicatrizal en el músculo cardíaco que pudieran contribuir a funciones irregulares en el corazón o, eventualmente, a un fallo cardíaco. Los resultados fueron bastante inquietantes. Ninguno de los atletas más jóvenes ni de los mayores de 50 años no deportistas mostraba signos de fibrosis. Sin embargo, la mitad de los atletas mayores de cincuenta años mostraba signos de daño en el músculo cardíaco. Los que mostraban este problema era los que más duro, y durante más tiempo, habían entrenado.
De una forma u otra, hasta los científicos que estudian los efectos del ejercicio extremo sobre el corazón están de acuerdo en que:
El exceso de ejercicio no es precisamente un problema en Estados Unidos. La mayor parte de las personas que hacen ejercicio lo hacen para estar en forma y mantener la línea. Para estas personas, la evidencia dicta que el ejercicio es beneficioso. No hay duda de que el ejercicio físico en general es muy bueno para la salud del corazón.
Foto 2: Sebastian Kaulitzki / Shutterstock
fuente; gizmodo.com