"Olvido de lo creado, memoria del creador,
atención al interior y estar amando al amado".
San Juan de la Cruz, Suma de la perfección.
Y lo mejor será verte de la mano, mi querido paseante, caminar por parques y pasadizos, como si en ello observases un ritual, un conjuro, un hechizo. Caminar junto al otro sincronizado, primero un paso y luego el otro, a veces largos, a veces sincopados, atado siempre al brazo del amado.
Y no te importarán los charcos, los hoyos, los autos; no importarán los otros paseantes, parezcan cuerdos o parezcan pirados, lo mejor será eso para los que observamos: a dos tomados de la mano, de arriba abajo, a pesar de todo, de uno a otro lado, sin que parezca preocuparles el tiempo, el destino, el itinerario, solo abrirse camino (llueva, truene o relampaguee), aunque a algunos les parezca estrafalario.
Así será y no importará a los unidos nada que no sea dejarse ir por las calles, de día o de noche, sea por colonias finas o los puros arrabales, hablando tal vez de poesía o política, de cosas serias o de risa, porque todo les dará igual, no importará nada en su paseo salvo mantener el ritmo de dos, dar un quiebre de dos, un salto del deseo, seguir, proseguir, devenir sin prisa pero también sin receso. Solo el camino. De dos.
Y llegarán los paseantes molidos, tumefactos, ateridos, con hoyos en los zapatos, luego de semejante prueba de resistencia.
Y tal camino no será siempre el cauce de un río, un arroyo para el descanso, un remanso tibio, sino un entramado de picas, una cuesta de rocas, un manojo de trampas secretas y de inercias que son las verdaderas ruinas, las muertes perfectas. Tendrán que sortear los cuencos negros, burlar a los pequeños diablos y sus infiernos, y habiendo esquivado al mal terreno todo será exacto, todo será cierto. Así será.
Y llegarán los paseantes molidos, tumefactos, ateridos, con hoyos en los zapatos, luego de semejante prueba de resistencia, a pesar de los malos pasos, los dados en falso, la cantidad de pares dejados de lado, una dura prueba más en su existencia, a pesar de los que no hallaron el camino, de los que se quedaron dormidos, a quien no habrá más que enterrarlos en la memoria. Y llegarán, por fin, a guarecerse, a cobijarse, alegres de estar vivos de cara al porvenir, los paseantes.
Así será. Llegarán los caminantes a pesar de todo, de la mano del otro, el día menos pensado, lluvioso, frío o caluroso, a la plaza central de todos sus afectos, a ese punto que tanto quisieron, glorioso, a ese punto que tanto añoraron mientras lazados anduvieron. Y en donde sea que levanten ese castillo se celarán un tiempo como lobos, y abundará el pan y abundará el vino, y se tendrán cuanto quieran bajo los portales, los templos con sus flores colgantes, los kioscos, bajo el cielo que les arda más, o bajo la cúpula prendida de los astros, hasta que griten: ¡Basta!