Una investigación reciente realizada en la Universidad de Oxford determinó que, desde China hasta el Reino Unido, las personas que enfrentan una penuria económica -inclusive los niños- experimentan un ataque casi idéntico contra su orgullo y autoestima.
Sin embargo, a pesar de la clara evidencia que asocia la pobreza con la angustia psicológica, las políticas que se ocupan de la pobreza por lo general no toman en cuenta la vergüenza. Más bien, los esfuerzos por reducir la pobreza tienden a centrarse en las manifestaciones tangibles de la privación como la falta de ingresos o de educación. En consecuencia, las soluciones para la pobreza suelen asumir implícitamente que una mayor riqueza material o mejores condiciones de vida automáticamente se traducirán en beneficios no tangibles, entre ellos un mejor bienestar mental.
La sensación devastadora de deshonra que acompaña a la pobreza, e impide que la gente adopte una acción positiva para mejorar su situación, se percibe en todo el mundo.
En la India, la vergüenza asociada con las pérdidas de los cultivos y las dificultades financieras ha llevado a los agricultores a un abuso de sustancias y, en casos extremos, al suicidio.
En Tanzania, investigadores que estudiaron la educación bilingüe determinaron que el miedo a las burlas puede llevar a los alumnos con menores habilidades para aprender inglés a no participar en clase.
Y en Uganda, los estudiantes pobres de escuela secundaria dicen que la imposibilidad de pagar las cuotas, comprar uniformes o conseguir útiles escolares es una constante causa de humillación.
El premio Nobel de Economía Amartya Sen, una de las voces más influyentes en la reducción de la pobreza, viene sosteniendo desde hace mucho tiempo que la vergüenza es un motor de la pobreza "absoluta". Tomarse la vergüenza en serio debe ser parte de cualquier estrategia destinada a reducir la pobreza.
Es más, la vergüenza, la falta de confianza en uno mismo y la baja autoestima pueden tener un impacto negativo en cómo la gente ve su capacidad para afectar el cambio, sustentando una percepción de incompetencia que puede ser debilitante y que puede dejar a las personas atrapadas en la pobreza.
Finalmente, los responsables de las políticas deben ser conscientes de que los programas destinados a reducir la pobreza, si no se implementan correctamente, pueden en verdad aumentar los sentimientos de vergüenza. Por ejemplo, usuarios de bancos de alimentos en el Reino Unido dijeron que el estigma de recibir alimentos gratis era tan fuerte que el "miedo" y la "incomodidad" eran emociones comunes.
Cuando los responsables de las políticas entiendan que la dignidad y el respeto por uno mismo son requisitos inevitables en la lucha contra la privación -y no los resultados de su alivio-, el mundo tendrá una buena oportunidad de erradicar la pobreza en todas sus formas.