Puede que no lo hayas pensado nunca. Puede que sea algo que tenías claro desde el inicio de los tiempos. Puede que pensaras que ya tomarías la decisión llegado el momento. Lo que quizá no pensaste es que ahora que lo tienes claro, tu pareja, esa persona con la que quieres compartir el resto de tu vida, no quiere tener hijos. ¿Qué hacer cuando tú quieres tener hijos y tu pareja no? ¿Puede salvarse la relación?
Ante todo, diálogo
Si hay un tema vital en el que es fundamental el diálogo en la pareja es éste, pero paradójicamente nos cuesta muchísimo enfrentarnos a “la conversación”.
Aunque hayáis hablado del tema alguna vez, aunque creas que tu pareja sabe más que de sobra qué piensas al respecto (y creas que tú también conoces a la perfección su opinión), la importancia del tema hace que sea fundamental que os toméis un tiempo para abordarlo como se merece. Es decir: no pases tangencialmente por él, no lo dejes caer, esto hay que hablarlo.
Prepara la conversación
Muchas veces creemos tener una idea muy clara, sabemos perfectamente lo que queremos decir, pero a la hora de tener una conversación (y más si es una complicada, especialmente trascendental) puede que nos bloqueemos, o que no expresemos las cosas como queríamos.
Para evitar esto lo mejor es definir previamente cuál es el mensaje que queremos transmitir, y cómo. Siéntate un día con tranquilidad, y en un papel anota todo lo que quieres contarle a tu pareja, punto por punto. Luego redáctalo, como si se lo estuvieras contando en directo. Esto te ayudará a elaborar mentalmente tu discurso y evitará que se te queden cosas en el tintero.
Escucha
Tú tienes un mensaje que transmitirle a tu pareja, pero tu pareja también tendrá algo que decir al respecto, ¿verdad? Si queremos llegar a un acuerdo, o al menos intentarlo, si pretendemos entendernos, es preciso escucharnos.
Algunas pautas para mejorar la escucha y la comunicación:
+ Mirar al que habla a la cara (si miramos para otro lado nos dará la sensación de que no nos están atendiendo)
+ Asentir, o proporcionar alguna señal de escucha.
+ Formular preguntas abiertas (da pie a que nos cuenten más, a entender mejor). Las preguntas abiertas son aquellas que no se pueden contestar simplemente con un Sí o un No.
+ Cuando termine de hablar el otro, devolverle la información a modo de resumen, para comprobar que le hemos entendido. No se trata de repetir como un loro, sino de, con una frase, resumir lo que hemos entendido. Con esto garantizamos que está habiendo una buena comunicación.
Ni engaños y autoengaños: dejad claras vuestras posturas
A veces confrontar con alguien a quien queremos cuesta, mucho, y para evitar el conflicto a corto plazo es posible que “demos largas al tema” siendo ambiguos con nuestras respuestas. A veces nosotros mismos nos damos largas minimizando la importancia del tema, evitando así tener que enfrentarnos a la decisión, ¿verdad?
En este tema es habitual dar en cierta forma largas y no ser preciso, tanto uno como otro. “Ahora mismo es que no puedo pensar en tener hijos”, dice el que no quiere. “A mí me gustaría, aunque no sea ahora” dice el que quiere. Pero ambos son poco precisos. Este tipo de comentarios deja un poco en el aire la postura real del que habla, y con ello genera ambigüedad.
"Ya me enfrentaré a ello más adelante", "Con el tiempo seguro que llegamos a un acuerdo"... El paso del tiempo no solo no ayuda, sino que en la mayoría de los casos lo que hace es complicar las cosas: más compromiso, más tiempo de convivencia, quizá más rencores, menos margen de tiempo... Así que mejor tomar las riendas ahora.
Recordar que es lo que quieres: la empatía es fundamental
Es importante que intentéis entender empáticamente al otro. ¿Sabes lo que es la empatía? A veces la confundimos con “pensar o sentir igual que…” y no, no es eso: es intentar entender cómo piensa o se siente el otro, sin que ello implique que estemos de acuerdo.
Tener posturas enfrentadas no significa que debamos faltarnos al respeto (eso no ayuda nunca), por muy importante que nos parezca el tema. Precisamente por esa relevancia conviene intentar entender al otro, para favorecer el acuerdo y/o la toma de decisiones consciente.
Y sí, puede que no haya acuerdo
A pesar de hablarlo de la mejor manera posible, a pesar de haberlo hecho con todo el amor, la empatía y consideración del mundo, es posible que no exista el acuerdo. ¿Qué hacemos entonces?
Es el momento de reflexionar (nosotros mismos) para tomar una decisión. En la vida en pareja las renuncias y los acuerdos, ceder y transigir, es algo necesario (solo que si tenemos una relación que funciona no se viven como algo negativo, no te preocupes). Pero tener un hijo no es un tema baladí, no es una renuncia o una cesión de las ligeras: ésta sí que puede pasar factura, y de las importantes además.
Es por ello que antes de tomar ninguna decisión, antes de plantarnos en el “Seguimos a cualquier precio” o en el “Venga, lo tenemos y ya veremos” (esto es lo peor que uno puede hacer, por nosotros y por la criatura que venga), conviene reflexionar.
+ Considera el presente de tu relación, los pros y los contras de vuestra pareja tal y como es en la actualidad.
+ Proyecta hacia el futuro, imagina todos los escenarios posibles (a grandes rasgos) y observa los pros y los contras. Por ejemplo, imagina un futuro en el que ya no es factible (por edad, por recursos, por lo que sea) que tengas hijos, y ya no hay marcha atrás.
¿Cómo te sientes? ¿Cómo ves a tu pareja? Con todo esto barema, sopesa y decide: a veces nos da miedo tomar decisiones por el sufrimiento que conllevan, pero piensa, es un malestar a corto plazo, que posibilitará que consigas tus objetivos a medio y largo plazo, ¿no es así?
Es maravilloso cuando nuestros planes vitales, nuestras prioridades y nuestros objetivos coinciden (al menos los grandes) con los de nuestra pareja. Pero a veces no es así. El amor no es blanco o negro, no es “todo va bien o todo va mal”. El amor está lleno de grises, de facetas en las que amamos con locura a nuestra pareja y áreas en las que el desacuerdo puede ser letal (y a pesar de ello querernos con fuerza).
Es posible amar a tu pareja pero saber que la diferencia de proyectos vitales va a suponer un obstáculo insalvable. Esto no hace más fácil la ruptura, está claro, pero sí menos horrible: al menos hay amor, y es el amor hacia el otro y hacia nosotros mismos el que nos lleva a tomar una decisión así.
Si has optado por terminar tu relación se recomienda que traces planes, muchos, a corto, medio y largo plazo. Cuando estamos en pareja esos planes quedan ligados al otro, y para tener una separación menos traumática es preciso que tomemos las riendas de nuestra vida, que nos mantengamos ocupados y que nos recordemos, porque se nos olvidará, el motivo por el que terminamos.
En el caso de que tengamos dificultades serias para abordar este tema podemos acudir a un profesional. Los terapeutas de pareja ayudan a afrontar situaciones como esta de la mejor manera posible, para que, sea cual sea el resultado, tenga el menor impacto negativo en ambos miembros.
Si este es tu caso, si estás en esta tesitura, calma, piensa, habla… y ánimo.