Dentro del radio de repercusiones negativas se visualizan actividades que en términos económicos tendrán mayor impacto; algunas de ellas incluyen a la industria petroquímica, las materias primas, las remesas y el sector turístico, situación que se prevé agudizará la tasa del 3.7% de desempleo actual que aqueja a nuestro país.
La Organización Mundial de Turismo (OMT) estima una caída de la actividad turística mundial de entre 20% y 30% para este año. Es importante subrayar que para la economía de países subdesarrollados como México, los problemas en el sector se verán reflejados en el PIB nacional desde que este representa 8.7% del total e incluso se le atribuyen alrededor de 4 millones de empleos directos y 6 millones de empleos indirectos; tan solo para el período de Semana Santa se estima que hubo 2.5 millones de visitantes menos respecto al año pasado y en consecuencia un ingreso menor del 45%. Dicha pérdida alcanzará para finales del año, entre 15% y 40%, contribuyendo al decrecimiento del PIB entre 1% y 4%; y valdría comentarlo en el marco de ser uno de los 10 destinos turísticos más atractivos en el mundo y el décimo quinto lugar a nivel mundial en captación de moneda extranjera con una derrama de 21 mil 336 millones de dólares.
Según datos proporcionados por la Secretaría de Turismo (SECTUR), el sector presenta un despunte en los meses de marzo, abril, julio y diciembre, precisamente cuando llega una tercera parte del turismo. A pesar de ser parte fundamental del desarrollo económico en nuestro país, el sector también expresa serias contradicciones en el aprovechamiento racional y la conservación del entorno natural; el turismo se auto percibe como la industria sin chimeneas y responsabiliza a la producción industrial como la única generadora de la contaminación derivada de las emisiones atmosféricas y del impacto ambiental vinculado a la generación de residuos, sin embargo, la realidad dista de ser así. A la actividad turística, se le atribuye la contribución directa del cambio climático y calentamiento global, fenómenos que refieren cambios drásticos en las condiciones naturales del planeta como el clima, causando consecuencias tales como el derretimiento de glaciares, la pérdida de especies, sequías, inundaciones y hambruna, además de que agudiza la desigualdad social. Dicha deducción responde directamente a las manifestaciones insostenibles del turismo; por ejemplo, el consumo del turista promedio se estima por arriba de su necesidad, generando dos veces más residuos y gastando dos veces mas recursos que el habitante del destino turístico. Esto puede validarse en el uso intensivo de agua y energía, así como en las afectaciones naturales que incluyen cambio de uso de suelo, deforestación y erosión de sitios en virtud de satisfacer la necesidad turística de experimentar un acercamiento con la naturaleza. Recientemente pudo observarse que la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (PROFEPA) detuvo la destrucción del manglar de Tajamar en Cancún, Quintana Roo, donde se pretendía desarrollar un complejo turístico y de negocios conocido como Dragon Mart, lo cual evidenció la lucha de intereses económicos contra los intereses de conservación y protección ambiental.
En otro caso similar, es la proliferación de la macro alga conocida como sargazo que en los últimos años ha afectando a la industria turística de la Riviera Maya; esta alga se reproduce cuando se incrementa la temperatura de la superficie marina, directamente relacionada con el calentamiento global, así como por el proceso de descomposición de las condiciones naturales de las playas, la liberación de arsénico y metales pesados, la emisión de residuos líquidos y sólidos urbanos o la destrucción del ecosistema marino en general. Paradójicamente, la industria turística que es parte y victima de la situación actual de los desequilibrios ambientales, dado que el sector genera impactos equiparables a los generados por cualquier actividad económica que brinda un bien o un servicio.
La Ciudad de Cuernavaca, Morelos por ejemplo, recibe 615,000 visitantes al año; esto se traduce en impactos que son ampliamente reconocidos como la saturación vehicular, responsable del incremento de las emisiones atmosféricas y en paralelo, la concentración de una cantidad importante de personas en los atractivos distintivos de Estado, la saturación de servicios municipales y de infraestructura, el aumento en las descarga de aguas residuales, la generación de residuos sólidos urbanos ocasionada por el consumo, particularmente alto de plásticos de un solo uso y unicel, los cuales se han vuelto parte común en el paisaje de sitios naturales protegidos, el patrimonio cultural, incluyendo iglesias, plazas, centro histórico e incluso, reflejo fiel en botes de basura en su límite máximo. La sostenibilidad del sector turístico debe ser una responsabilidad compartida entre quien brinda el servicio, así como de quien visita un destino en particular y si bien existirán repercusiones económicas posteriores a la emergencia sanitaria por COVID-19, estas son una condición determinada desde diferentes fuentes. Esto significa que las políticas de conservación ambiental son necesarias para y desde todos los sectores, dado que sus repercusiones también tienen un papel en circunstancias globales como las que ahora se viven. Conseguir actividades turísticas menos dañinas no solo contribuirá a su recuperación misma pasada la contingencia, sino al resto del sector económico.
Texto:
Alan Gabriel García Pérez y Rafael Monroy Ortiz
Profesores de la UAEM.
Fotografías:
Gerardo Gama Hernández