Lo cierto es que Emiliano Zapata Salazar es un ícono: desde organizaciones, marchas, protestas y desfiles campesinos, estudiantiles, laborales y deportivos, hasta grupos de rock y sindicatos han hecho suya la imagen del revolucionario desde hace más de cien años.
De Emiliano se han realizado más de 30 películas nacionales y extranjeras y otras tantas de pasajes revolucionarios que hacen mención de él, documentales y programas especiales, más de una centena de libros de igual forma en español y en varios idiomas.
Sin embargo, lo que no se dice o se olvida es la verdadera lucha de Emiliano, la lucha y su legado casi olvidados es el campo, el campo morelense con sus paisajes cañeros y sus arrozales, ese es el sentido de su lucha y su sacrificio. Sin lugar a dudas se tiene una deuda histórica con el campo mexicano, que si bien ha habido algunos avances y apoyos, éstos no han sido suficientes. Los postulados plasmados en el Plan de Ayala reflejan el sentir de los pueblos surianos, del Caudillo y del Ejercito Libertador del Sur, en la defensa de sus derechos comunitarios sobre tierras, aguas y montes.
Tras el artero asesinato de Pablo Torres Burgos, la responsabilidad de conducir el movimiento revolucionario recayó en Emiliano Zapata Salazar, quien dignamente aceptó, llevando a cabo una lucha de ocho años, enfrentando los embates del gobierno federal y de su ejército, dirigiendo sus operaciones desde el Cuartel General suriano en Tlaltizapán y ocupando decenas de sitios en Morelos, Puebla, Guerrero y en la Ciudad de México como cuartel.
La tradición oral, la historiografía y la iconografía muestran al verdadero Emiliano en la vida cotidiana: disfrutaba de un buen cognac, un buen habano, de peleas de gallos y corridas de toros. Emiliano era una persona de clase media rural que tenía instrucción escolar; no era un campesino, como algunos autores o políticos lo quieren hacer ver.
A 101 años de su asesinato, a manos del coronel del ejército federal Jesús Guajardo y su batallón en la hacienda de Chinameca, el día 10 de abril de 1919, recordamos el legado del Caudillo del Sur. Su cadáver fue exhibido en Cuautla para disipar dudas de su muerte y tratar de amedrentar a los campesinos y guerrilleros que estaban en el movimiento. Aun después de muerto, la herencia de lucha de Emiliano Zapata Salazar tiene plena vigencia en los pueblos y los campos del territorio morelense.
En el ámbito cultural, educativo y turístico hace falta por un lado, ampliar la Ruta Zapata y crear un territorio zapatista que incluya a Guerrero, Puebla, Morelos y la Ciudad de México, que incorpore otras localidades de Morelos que fueron determinantes en la lucha zapatista; por otro lado falta la creación del Centro de Estudios sobre la Revolución del Sur, espacio museístico y de investigación que albergue libros, documentos, postales, fotografías, videos y películas para conocer y reconocer al gran Emiliano, y que mejor lugar que el Hotel Moctezuma, cuartel general de Zapata en Cuernavaca.
Hay que seguir impulsando más estudios como el que recientemente concluyó, el Diplomado de turistas especializados en Ruta Zapata, bajo norma federal, un gran acierto entre la Secretaría de Turismo y Cultura de Morelos y la Escuela de Turismo de la UAEM.
Emiliano sigue vivo, mientras su gente y su pueblo lo recuerde, siempre estará con nosotros y nosotros, su pueblo siempre estaremos luchando por el amor a la tierra.
TEXTO:
Jesús Gabriel Gama Hernández
Profesor de la Escuela de Turismo de la UAEM.
IMÁGENES:
Libros y obras de arte. Colección particular Fam. Gama Lima.