El impacto turístico socio-cultural ha sido definido por Santana (1997) como “los efectos que tiene el turismo sobre los residentes fijos y habituales de la comunidad anfitriona, el cual tiene asociaciones directas e indirectas con los visitantes a los que también se habría que añadir los efectos de la actividad turística y los encuentros sobre los mismo individuos que practican el turismo y sus sociedades de origen”.
El principal estímulo para un turista interesado en la cultura, es adentrarse en el conocimiento de las costumbres y tradiciones de diferentes sociedades, durante muchos años y en distintas épocas la zona arqueológica de Xochicalco ha tenido visitantes distinguidos que se han llevado impresiones de aquello que en su momento encontraron; esta breve reseña trata de rescatar un breviario descriptivo de un emblemático personaje llamado Brantz Meyer, nombrado secretario de legación en México y que se adentró en los aventurados caminos desde la Ciudad de México para llegar a la aún no tan conocida zona arqueológica, no sin antes pasar por la villa de Cuernavaca allá por el año de 1841.
Regresa a Estados Unidos demasiado pronto, pero se lleva tan impresionantes experiencias que escribe entre otros el libro titulado: “México, lo que fue y lo que es”. De esta obra literaria se rescatan fragmentos de sus impresiones en su travesía para llegar a la zona arqueológica de Xochicalco. La reseña se publica en el marco de la celebración, homenaje y recordatorio del 20 aniversario de la declaratoria de “Patrimonio Cultural de la Humanidad” por la UNESCO. En estos 20 años es necesario reconocer la incansable labor de conservación y difusión a cargo del Instituto Nacional de Antropología e Historia delegación Morelos, en una noble y loable labor para nuestro patrimonio cultural arqueológico.
Brantz Mayer en su registro literario va documentando su travesía, que resulta muy extensa, ya que la inicia desde su salida de la Ciudad de México en septiembre de 1841, hasta llegar a Cuernavaca. Más adelante comienza por describir el antiguo camino real que iba de Cuernavaca a Acapulco, no sin antes mencionar que en un momento dado debido a la exuberancia y espesa selva, pierde el camino real, antes de llegar a la Hacienda de Temixco.
…desde una hondonada, subiendo, casi diríamos trepando, hasta la parte superior del lado opuesto (poniente) entramos en los dominios de la hacienda de Temisco, a cuyas casas llegamos a poco de haber atravesado una aldea de indios, los más de los cuales se ocupaban en las labores de la finca…la posesión ocupa un terreno de 11 leguas de largo por 3 de ancho. Da ocupación a unos 250 trabajadores, cuyo jornal es de 2.5 a 3 reales por día, y produce alrededor de 50 mil pilones de azúcar, de 22 a 24 libras cada uno…
Estos datos resultan igualmente importantes debido principalmente a que podemos darnos cuenta que la hacienda para el año de 1841 estaba en una etapa de gran producción en la región y que a la par de la producción había gente que recorriendo el camino real de Cuernavaca a Acapulco pasaba a refrescarse o abastecerse en el almacén de la hacienda que de manera por demás obvia, pertenecía al mismo dueño de la hacienda.
Mayer continúa describiendo su travesía, en una insistente curiosidad por descubrir cómo es que vivian los pueblos indios de la antigua Cuernavaca y su región circunvecina, para el 20 de septiembre del mismo año comenta que:
Cruzando el camino en pendiente que habíamos atravesado ayer, pronto torcimos a la derecha, cerca de la hacienda de Temisco, y después de salvar una profunda hondonada, subimos a una meseta más elevada aún, donde pudimos gozar de una vista espléndida de esa hermosa finca, con sus blancos muros y la torre de la capilla, sepultada entre el verde claro de las plantaciones de caña, que a la luz matinal ondeaban meneadas por la fresca brisa.
Es claro percibir la inspiración de Mayer en relación a los paisajes naturales conjugados con los pueblos del valle, en algún momento del camino uno de los guías le señala el punto de ubicación de la zona arqueológica y se refiere a ello con lo siguiente:
Desde esta altura el guía que llevábamos me señalo un cerro que se alza enfrente, al extremo del llano, y sobre el cual se erguía la pirámide de Xochicalco, blanco y fin de nuestra excursión de hoy (20 de septiembre de 1841). Al parecer, el cerro se levanta directamente sobre el nivel de la llanura, entre dos montañas; y, como el suelo llano se extiende hasta su mismo pie, cualquiera hubiese creído que bastaba media hora para llegar hasta allá.
Aquí Brantz Mayer escribe tal vez refiriéndose al punto desde donde se encontraban que sería próximo o muy cercano al pueblo de Xochitepec, hoy en día.
…parecía que la meseta era toda entera un prado perfecto, liso y fácil de atravesar, uno de los guías replico que yendo en línea recta y aun en cualquier dirección, toparíamos con una de esas grandes barrancas que, abiertas por la acción erosiva de las aguas siglo tras siglo, le atajan a uno el paso en los campos más llanos…al cabo de un cuarto de hora, llegamos al borde de una de las barrancas de que me había hablado; y el aspecto de ella justificaba plenamente sus pronósticos: era una ancha hondonada en medio del llano, con sus escarpadas vertientes erizadas de peñas y matorrales.
El relato es extenso, en las descripciones Mayer menciona que han sufrido toda suerte de vicisitudes, hasta el haber perdido una mula que se desbarranco por lo escarpado del ascenso desde la hondonada, es preciso comentar que el emplazamiento de la zona arqueológica de Xochicalco desde su fundación seguramente planeo de manera estratégica la edificación de la ciudad, si se considera que la gran mayoría de viajeros veían un extenso llano, lo más seguro es que a varias millas de distancia desde el emplazamiento de la ciudad se observara el movimiento de posibles acechos a horas de distancia, tiempo suficiente para organizar la defensa en una ciudad como esta, probablemente fortificada.
Ya llegados a la ciudadela veamos lo que registra nuestro personaje:
A 6 leguas de distancia de la ciudad de Cuernavaca hay un cerro de 30 pies de altura, el cual, junto con las ruinas que lo coronan se conoce con el nombre de Xochicalco; la base de esta loma esta circundada por los restos, que se distinguen muy claramente, de un foso muy profundo, a la cima se llaga por cinco terrazas en forma de espiral; los muros que las sostienen son de piedras unidas con cal arcillosa, y todavía se hallan en perfecto estado de conservación; a los intervalos regulares, y como para reforzar a las dichas terrazas, quedan restos de baluartes cuya forma e parece a la de los bastiones de un fuerte. La cima de la Pirámide es una terraza amplia, en cuyo lado oriental se advierten todavía tres conos truncados, semejantes a los tumuli que se hallan en otras ruinas mexicanas semejantes a éstas.
La descripción es rica en el análisis de Mayer en relación a la disposición y la tipología propia de la cultura Xochicalca, sería recomendable buscar las obras de Mayer para reconocer toda la descripción, finalmente nos limitaremos a las últimas impresiones acerca de la zona arqueológica:
El día estaba ya muy avanzado cuando por última vez me puse de pie sobre la piedra del ángulo de la terraza superior y contemplé el hermoso paisaje que me circundaba. Hallábame en el centro de una imponente llanura. En línea recta hacia el norte se extendían los restos de un viejo camino pavimentado, que, pasando por la pradera y la barranca, iba hasta la ciudad, que se distinguía claramente al pie de la Sierra Madre; y por todo el contorno, a muchas millas de distancia al este, al oeste y al sur, se erguían altas montañas, entre los repliegues de cuyos valles se divisaban los blancos muros de las haciendas, que debían su estructura fuerte y maciza al despojo de esas mismas ruinas en que ahora yo me encontraba.
Así finaliza Brantz Mayer su descripción y reflexión acerca de Xochicalco, no esperemos más, visitemos la zona arqueológica para recrear aquello que este personaje describió con grandilocuencia y admiración y tratemos de encontrar aquello que describió y que aún puede percibirse en esta imponente zona arqueológica Morelense, declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad hace 20 años.
Miguel Ángel Cuevas Olascoaga
Profesor Investigador
Facultad de Arquitectura UAEM
Postales Colección Particular Miguel Cuevas.
Fotografías: Archivos Compartidos UAEM-3Ríos
(Adalberto, Ernesto y Adalberto)