La Cuetlaxóchitl o flor de Nochebuena, originaria de una región entre Morelos y Guerrero, es conocida por los científicos como Euphorbia pulcherrima, y en Estados Unidos como Poinsettia, esto debido a que el primer representante de ese país en México, Joel R Poinsett, la registró con su nombre.
Poinsett fue famoso no sólo por apropiarse de las flores sino por inmiscuirse en los asuntos de México, por ello fue expulsado a su país, donde se le asignó otra infausta tarea: exterminar indígenas.
En México las nochebuenas se cultivan en diferentes colores; actualmente se les asocia con la Navidad por todo el mundo.
John Spencer, escultor inglés que vivió en La Casona de Cuernavaca, nos dejó una magnífica herrería sobre la nochebuena en la puerta atrial de Tetela del Monte. En Cuautla la empresa CONAPLOR celebra, año con año, la feria de nochebuena.
Las nochebuenas se cultivan también en las chinampas del Valle de México, de donde se distribuyen para dar el toque navideño en muchos hogares.
UN PRÉSTAMO CULTURAL DE ALEMANIA
El arbolito de Navidad indudablemente tuvo su origen en Europa; algunas leyendas lo ubican en Escandinavia y otras en Europa Central, pero todo parece indicar que fue en Alemania –por ahí del 1600– donde surgió la costumbre, para luego propagarse por todo el mundo.
En México, el país con la mayor diversidad de pinos en el mundo, por ejemplo las Lagunas de Zempoala, la costumbre del arbolito navideño fue adoptada.
Si bien es cierto que actualmente se venden árboles de plástico y metal, no hay nada como lo natural; y en diversas partes de México se producen pinos para este propósito. En Parangaricutiro se cultivan arbolitos de ayacahuite que son adquiridos para adornar los hogares, sin deforestar el bosque. Lo anterior lo hace ordenadamente una de las empresas de la Comunidad Indígena de Nuevo San Juan, donde los hijos y nietos de los habitantes de aquel pueblo, arrasado por el volcán Paricutín a principios de los años 40, decidieron renacer en armonía con el bosque.
POBLACIÓN DE COLORIDAS ESFERAS
Tlalpujahua en Michoacán, de larga historia minera, ha conservado el sabor y peculiar estilo de su traza y construcciones que le han valido ser reconocido como integrante del programa Pueblos Mágicos de México.
Ante el cierre de otras áreas de oportunidad, la laboriosidad de su gente no se doblegó y buscaron nuevas alternativas, como el trabajo de la cantera, la preparación de conservas y la fabricación de esferas navideñas.
A finales de los años 50, don Joaquín Muñoz Orta abrió una fábrica de esferas que llegó a tener casi mil trabajadores; ahí nació la tradición que dio origen a los 150 talleres que actualmente trabajan para atender el mercado nacional y dos fábricas que las exportan.
Hoy por hoy Tlalpujahua recibe a visitantes que disfrutan de caminar por sus calles, acudir al Museo de la Mina Dos Estrellas, probar el rico pan de pulque y adquirir esferas de calidad que enfrentan a los sucedáneos chinos.
En cualquier época se pueden adquirir esferas, pero los productores han organizado una feria anual que abre del 12 de octubre al 15 de diciembre. Los habitantes de Tlalpujahua producen ahora otro motivo navideño: venados hechos con varas.
EL ALMA DE LAS PIÑATAS
Cuando se cruza por el municipio de Temascalcingo, en el Estado de México, los escenarios naturales recuerdan al viajero que ahí nació el más grande pintor paisajista que ha tenido México: José María Velasco.
Además de bosques y valles hermosos, el paisaje se enriquece con el aporte de sus alfareros, quienes tradicionalmente han moldeado enormes ollas moleras y arroceras y, ahora; cerámica de alta temperatura, producto de sus nuevos talleres.
Pero hay otro producto de manufactura modesta que no pasa desapercibido: las ollas para piñatas que de octubre a diciembre son acopiadas hasta formar una especie de colinas que parecen evocar a Pablo Neruda, quien llamó a América Latina “Continente de Cántaros”.
La Navidad mexicana va antecedida por las posadas, que tienen como hecho central a las piñatas, muestras del talento del pueblo que, al igual que los tapetes de flores, demuestra la belleza de lo efímero.
Adalberto Ríos Szalay
Profesor Escuela de Turismo UAEM.
Fotografias: Archivos Compartidos UAEM-3Ríos
(Ernesto y Adalberto Ríos Lanz, Adalberto Ríos Szalay).