Anteriormente en las posadas se caminaba o peregrinaba cerca de la casa y los invitados se dividían en dos grupos, unos afuera y fungían como los peregrinos y los de adentro de la posada se acomodaban para cantar, los de afuera cantaban villancicos pidiendo posada en nombre de la virgen y los de adentro negaban la posada, al pasar algunos versos los de adentro son convencidos y ofrecen posada a los peregrinos, todos con sus respectivas velitas, lucecitas de bengala y letanías. Esta bonita tradición actualmente se ha ido perdiendo, ya casi no se ven estas representaciones, se han desvirtuado un poco, la palabra posada y la preposada se han convertido en una mega reunión o en un fiesta, en las que en el mejor de los casos rompen piñatas y de ahí, música de todo tipo, alcohol y fiesta.
El exceso de bebidas alcohólicas, que sin tener los elementos propios de la temporada, que son villancicos, canciones navideñas, paz y tranquilidad, hace que devenga en una mera reunión para tomar alguna copa y socializar.
Aún recuerdo las posadas en donde crecí, en el Conjunto de Infonavit Las Flores; en el pueblo de San Antón; a todos los departamentos nos tocaba la posada del 24 de diciembre y a cada módulo o edificio le tocaba un día, era esperada la posada en cada uno de los edificios, ya que era bien sabido por previa asistencia a las mismas, de lo espléndido y variado que se ofrecía por los anfitriones, como olvidar el pozole de Doña Jose (Mi mamá) en el módulo 8 era el día 23 de diciembre, el módulo 1 con los tacos y tostadas de los Maldonado y Don Chucho Hernández, la posada del módulo 2 con los Jáurez, los Pinzón y los Hernández, los tamales de Doña Rosa en el módulo 3 con Don Pepe y Mary y los Reza, el módulo 4 en casa de la Familia Villa o Pérez Cejudo, Don Ray y piñata especial de adultos de la Familia Ibarra, en el módulo 5 los antojitos los ofrecían los Güemes, los Gómez, los Heredia y los papás del Moncho, en el edificio 6 las tostadas con los Loranca, la Señora Águeda y Don Jorge con su familia, en el módulo 7 la Maestra Lupita y la familia de Don Gil, el ponche de Chayo en el módulo 8, el pozole estilo Iguala, Guerrero de mi mamá, el Gordo Gama poniendo piquete al ponche y las piñatas y aguinaldos de Doña Martha y Don Alejandro, los papás de Mariné y Fabiola también participaban y tantas familias y amigos a los cuales ofrezco una disculpa por omitir o no recordar sus nombres; todos en comunidad, en fraternidad, compartiendo y festejando a la vida, a la amistad, a la navidad y al fin de año.
Fila para pegarle a la piñata, para los aguinaldos, pelar y comer cacahuates, piñatas de olla de barro, ponche con fruta de temporada (tejocote, caña, guayaba, manzana) la procesión con velitas, los cantos y tantos recuerdos que se agolpan en el pecho y la mente, y otros tantos se olvidan, y por supuesto nunca olvidaré las escapadas más caída la noche al baile en la privada de Las Flores.
Los Pérez, el Negro, Cesarín, Nito y Pepe, Lalito, el Hombre Gol, las Gemelas, Javier, Mel, Blanquita, Charly, el Güero, Raúl, Elsapo, Beto, Bety, Peri, Moncho, las Ibarra, entre otros que tengo en mi mente y en mi corazón, todos los niños éramos muy buenos para romper las piñatas, eso sí, con lo ojos vendados y con vueltas según tu edad.
Debemos retomar esta celebración y transmitirla a los jóvenes, niños y amigos, para continuar con esta bella tradición en una de las más hermosas épocas del año, con ello conservamos nuestra identidad, raíces y costumbres, heredando nuestras tradiciones.
¡Ándale Gabo, no te dilates, con la canasta de los cacahuates!
¡Ándale Gabo, sal del rincón, con la canasta de la colación!
¡La piñata tiene caca, tiene caca, cacahuates de a montón!
Aún escucho los cantos de los peregrinos y el aroma a canela y fruta del ponche, pozoles, cuetes, algarabía y felicidad.
Mantengamos vivas ésta y otras tradiciones.
Jesús Gabriel Gama Hernández
Profesor de la Escuela de Turismo UAEM.
Fotografías: Adalberto Ríos Szalay y Gerardo Gama.