Si bien la definición de patrimonio cultural dice que no es un objeto o bien, sino el valor que le brinde la sociedad en algún momento de la historia, la Arena Isabel en la ciudad de Cuernavaca, aunque duela decirlo, pero fue un inmueble considerado por los morelenses, patrimonio cultural material, que llegó a su fin en el mes de diciembre del año 2009, ese año se tuvieron las últimas actividades en el recinto.
Caso contrario en la ahora CDMX que en el mes de septiembre del año 2002, crea el Turibus y es en octubre del año 2013 que incorpora una ruta llamada Turiluchas, para el 21 de septiembre del 2016 el pleno del Senado de la República, aprueba la creación de el Día Nacional de la Lucha Libre, culminando todo ello el 21 de julio del presente año donde únicamente en la ya nombrada CDMX le otorga a la lucha libre el título de Patrimonio Cultural Inmaterial; desgraciadamente en Morelos se ve muy distante el que exista alguien que le dé su debida importancia y puesta en valor a este deporte–espectáculo con tintes culturales que por muchos años estuvo arraigado en las culturas populares, y que precisamente fue en la Arena Isabel, el espacio ubicado en el Blvd. Benito Juárez, en el que centenares de luchadores se daban cita para hacer vibrar de emoción a miles de espectadores.
Recuerdo que en la cena que hacían los luchadores a final de año, la última vez que se hizo el ambiente fue nostálgico y muy triste ya que los asistentes sabían que sería la última vez a la cual ellos tendrían acceso al recinto, esta Arena Isabel que para muchos fue más que su segunda casa y que solo ellos sentían el dolor más dentro de su alma que cualquier aficionado, a sentir la vibra del lugar, a oír por última vez el crujir de las láminas en la noche y de las maderas que se confundían con fantasmas de los primeros albaceas de la arena, en esa noche de la cena ingresé a los vestidores por primera y única vez en mi vida, se respiraba lo que el luchador sentía para brindarse a la noble afición que asistía una noche por lo menos cada ocho días a desestresarse y darle a ese objeto inamovible la vida necesaria para que se le atribuyera el concepto que nunca le fue dado de patrimonio cultural. Como buenos mexicanos la virgen de Guadalupe que no podía faltar en un improvisado altar donde los más allegados se encomendaban para subir con bien y bajar de la misma manera, el oler las lágrimas, el sudor y la sangre derramadas después de la batalla se sentía en el entorno.
Cincuenta y seis años de vida tuvo el recinto donde los jueves, domingos y en los tiempos de bonanza también martes y sábados eran tradicionales que la gente se reuniera para desahogar sus frustraciones por unos breves momentos, albergaba aproximadamente 2,400 personas que en los primeros años fueron llenos totales donde por lo menos del tiempo que fui me tocó verlo y sentirlo dos veces, primer arena abstemia y se vendían tortas de jamón sin mayonesa, en un tiempo fue rodeo quitándole las butacas para después de regresar a su origen luchístico ahora con sillas de plástico.
Afuera las delicias culinarias en días luchísticos no paraban de golpear en mi mente y seguramente en la de los aficionados que asistían a las veladas, patas de pollo (que a mí no me gustan) habas hervidas con chile, quesadillas fritas de pollo y a veces papa con cebolla con rajas fritas o salsa roja, huevos hervidos, mollejas hervidas, semillas secas, cacahuates con sal y demás botanas que hacían el paladar de los aficionados, los vendedores de máscaras, luchadores de plástico, fotos y en algún tiempo alcancías evocando recuerdos que se fueron y que desgraciadamente no volverán.
La pregunta está en el aire: ¿Habrá alguien que pueda conceptualizar y materializar un nuevo inmueble que albergue la cultura luchística? y ahora si las nuevas generaciones de aficionados cohesionados con los turismólogos le den el nuevo auge y dentro de unos años pueda ser declarado patrimonio ya sea material o inmaterial, mueble o inmueble en el Estado de Morelos, la pregunta es: ¿Algún día se hará?
Volveremos a escuchar…Lucharán a tres caídas, sin límite de tiempo..!!!!
L.I. Alejandro Amaro Díaz
Profesor de la Escuela de Turismo UAEM.