Se ha escrito mucho sobre Emiliano Zapata, bastantes páginas de libros, artículos, reseñas, trípticos, compendios fotográficos, fichas técnicas del hombre parco y serio, del jefe, del símbolo sexual mujeriego, del guerrillero armado, del hombre comprensible y cabal, del jinete etéreo cabalgando entre las praderas y valles de la zona, incluso de que no ha muerto y vive en arabia. Son muy comunes también los suvenires en tiendas de artesanías, puntos de encuentro a donde llegan los turistas a comprar un recuerdo para llevar a su país de origen, sin embargo no se ha escrito mucho acerca del encanto que durante un siglo ha marcado con su pensamiento y su acción a la población morelense de ciertas zonas, de Tlaltizapán, en donde la presencia del libertador del sur embriaga con su magia.
La memoria colectiva lo hace magnánimo, respetable y sumamente respetuoso, fuerte, incólume, lo hace un ser poderoso y supremo, con muchas más virtudes que defectos, generación tras generación sigue siendo el modelo a seguir, el hombre que deja de ser un jornalero para convertirse en un caudillo contra hacendados y latifundistas.
Emiliano Zapata se ha convertido en un mito vivo dentro de la comunidad, para Tlaltizapán su magia radica concretamente en Zapata, enmarcado en innumerables hechos, historias, leyendas y por supuesto pensamiento revolucionario, para este pueblo suriano cualquier acción presente tiene que ver con la memoria desde lo más recóndito en el pensamiento de este personaje. Se tejen muchas historias, pero la gran mayoría convergen en él, todo mundo lo conoció y todo mundo sabe una historia acerca de él, la memoria oral ha hecho crecer de manera colosal al prócer de la revolución suriana, a tal grado que un significativo número de padres de familia ponen a sus hijos Emiliano o Emilia (na) en su honor, una especie de veneración al héroe con el que se identifican. La magia continua extendiéndose de generación en generación, es un legado inconmovible que pervivirá por varias generaciones más.
¡Por aquí pasó zapata! Es una expresión muy común, pero solo para el pueblo de Tlaltizapán, es manejada por la gran mayoría de personas de edad avanzada, que tuvieron algún tipo de contacto o por lo menos vieron y conocieron de manera directa a Zapata y a sus descendientes. Zapata es para los pobladores de Tlaltizapán un estandarte de lucha social por los derechos de los más desprotegidos en el campo, para aquéllos que luchan día a día por trabajar su tierra. No es sólo una expresión más, es toda una filosofía de vida seguida y a seguir, la herencia de Emiliano no es solo con haber conseguido reconocer las tierras de los ancestrales mexicanos que llegaron a poblar esta zona originalmente, sino en continuar con esa lucha hasta el día de hoy.
Al visitar al pueblo se percibe entonces que el pensamiento de este luchador social se entreteje con toda actividad de la población. El gusto por el cultivo de la tierra, por la crianza de caballos, la charrería, las peleas de gallos, la producción de aguardiente de caña y de una cocina regional exquisita, hacen de este pueblo un lugar mágico, difícil de comparar con otros pueblos de la región, ya que sus fortalezas se vuelven inconmensurables al lado del cuartel general de Emiliano Zapata.
La Ruta Zapata es un itinerario por la zona sur de Morelos desde Anenecuilco hasta Chinameca. En cada sitio hay un dejo de Zapata, rostros adustos, enjutos e inescrutables de la mayoría de los campesinos mayores, que tienen por lema: La tierra es de quien la trabaja con sus manos en voz de su General. Los rostros se suavizan al preguntarles lo mínimo relacionado a Zapata, el trato se vuelve lleno de amabilidad, nostalgia y empatía. Cualquier visitante que pise estas tierras tendrá la suficiente información acerca de la magia que radica en el personaje inalienable con la cultura, tradición e historia de Tlaltizapán.
Tlaltizapán es la joya de la corona en la región, enmarcado por antiguos cascos de hacienda, algunos de ellos sirvieron como sitios de resguardo del ejército Zapatista, en ellos se planearon acciones, estrategias de lucha, vítores y celebraciones al compás de un mezcal o aguardiente, el cuartel general, antiguamente un molino de arroz, hoy en día funge como un museo con objetos personales de Emiliano y de su tropa, una copia del plan de Ayala se vuelve un vestigio invaluable, un estandarte de lucha no solo por la defensa y el derecho de las tierras, sino que la bandera en la actualidad aborda el respeto a los derechos humanos, la paz y la concordia.
Por tanto, el pueblo es un sitio placentero, donde se puede comer lo típico y regional, usted encontrará desde restaurantes hasta fondas con el sabor y sazón del sur de Morelos; visitar el museo de sitio es transportarse a los sucesos revolucionarios de hace más de cien años, además de que el ambiente en el interior reconforta y refresca por la arquitectura de tierra en sus gruesos muros.
Desde Tlaltizapán se pueden realizar caminatas o cabalgatas por los alrededores, al hacerlo se puede dar uno cuenta que la magia también está en su paisaje natural, cargado de bagaje cultural, en estas actividades de igual manera cualquiera escuchará que incluso Zapata con su caballo cabalga por las lomas y llanuras de los alrededores, pasea por huertos, patios y tecorrales, montando a su “As de oros” en la silla que de repente desaparece del parador del museo de sitio.
Finalmente es preciso mencionar que Zapata es de Morelos y Morelos es de Zapata, Tlaltizapán es magia y la magia de Tlaltizapán gira en torno a Zapata, ¡nunca nos rendimos! gritaban los últimos generales que lucharon a su lado, esa sigue siendo la historia y esa sigue siendo la magia.
Miguel Ángel Cuevas Olascoaga
Profesor Escuela de Turismo de la UAEM.