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Indagan si las fluctuaciones inesperadas de los niveles de oxígeno en Marte son de origen abiótico o biológico

Omar Páramo/Francisco Medina
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Aunque lo más probable es que la causa de estas oscilaciones sea geológica, no se descarta la influencia de algún factor biológico.

Cuando el rover Curiosity amartizó en el cráter Gale el 5 de agosto de 2012 —254 días después de ser lanzado desde Cabo Cañaveral, Florida— de inmediato comenzó a enviar datos sobre la atmósfera de Marte. Al escudriñar las mediciones colectadas por el robot durante todos estos años, los responsables del proyecto detectaron algo desconcertante: los niveles de oxígeno (O2) subían más allá de lo esperado en la primavera y el verano marcianos, mientras que en invierno caían por debajo de cualquier pronóstico.

“El O2 en la atmósfera es producido por la descomposición del dióxido de carbono (CO2) o del agua (H2O) al ser catalizada por la luz ultravioleta, y existe la posibilidad de que también haya una fuente biológica como la fotosíntesis, lo cual, aunque poco probable, no es imposible. Vimos que las oscilaciones mencionadas coincidían con los cambios estacionales de temperatura y presión; no obstante, las temperaturas mínimas resultaban inadecuadas para que el oxígeno atmosférico se condensara y formara un líquido o un sólido capaz de precipitarse a la superficie”, señala el doctor Rafael Navarro, quien además de pertenecer al Instituto de Ciencias Nucleares de la UNAM es el único mexicano adscrito como investigador en el Mars Science Laboratory (MSL) de la NASA.

Los detalles de lo transmitido por el rover Curiosity desde lo que alguna vez fue un gigantesco lago en Marte pueden leerse en el artículo Seasonal Variations in Atmospheric Composition as Measured in Gale Crater, Mars (publicado en el Journal of Geophysical Research: Planets), del cual Navarro es uno de los autores. Los datos obtenidos —añade el astrobiólogo— allanan el camino para enviar una primera misión tripulada a Marte en un futuro muy próximo, tanto que podría estar a una o dos décadas.

“Entender el comportamiento del O2, más que un capricho, es clave para colocar humanos en la superficie marciana, ya que si recuperamos este gas y lo destinamos a quienes hagan tal viaje facilitaríamos la subsistencia de tripulaciones venideras. De hecho, la NASA lanzará en julio de este año la misión Mars 2020, la cual intentará extraer oxígeno del suelo y, de lograrlo, verá si su método es escalable y capaz de abastecer a un asentamiento humano”.

Mientras tanto, el equipo del MSL busca qué hay detrás de la fluctuación en los niveles del oxígeno molecular en Marte pues las explicaciones más obvias parecen quedarse cortas: por un lado, la descomposición del CO2 debido la luz UV no es tan eficiente como para para justificar su rápido incremento y, por el otro, si la fotólisis del H2O fuera la responsable, el total de agua en el planeta debería ser de cinco a diez veces más de lo que en realidad hay.

¿Hay vida en Marte?

Hace meses el robot Curiosity detectó un aumento y descenso inexplicables en otro gas, el metano (CH4), el cual, como el O2, es considerado una biofirma (o indicador biológico). Al darse a conocer la noticia el administrador asociado de la Dirección de Misiones Científicas de la NASA, Thomas Zurbuchen, muy rápido aclaró que, aunque en la Tierra el CH4 es producido por criaturas como las bacterias metanógenas de vida libre o por rumiantes como las vacas (ello en su tracto digestivo), también puede generarse cuando las rocas y el agua interactúan en ventilas hidrotermales, por lo que pedía no caer en conjeturas rápidas ni comenzar a ver esto como prueba irrefutable de que hay seres vivos en Marte.

“Teníamos poco de haber detectado este fenómeno con el metano cuando hallamos algo parecido con el oxígeno. La diferencia es que mientras en Marte los niveles del CH4 son de parte por millón, los del O2 son mucho mayores, de 0.16 por ciento. Si comparamos esa cantidad con el 21 por ciento de oxígeno que hay en el aire de la Tierra el número parece bajo, pero si consideramos que su variación a lo largo del año marciano es de 13 por ciento, entonces vemos que la fluctuación es demasiado alta y no sabemos por qué”.

A decir del investigador, aunque lo más probable es que la causa de estas oscilaciones sea geológica, no se descarta la influencia de algún factor biológico (“resta investigar más sobre el tema”). De hecho, la decisión de que el Curiosity amartizara en el cráter Gale se debe a que hace miles de millones de años éste era un lago de 155 kilómetros de diámetro y, si alguna vez hubo vida en el planeta rojo (o si sobrevivió en forma de microorganismos en la arcilla), ése es uno de los sitios más prometedores para hacerse de evidencias.

Marte posee la mitad del diámetro de la Tierra y, por ser menos denso, pesa una décima parte que ésta, además de que su atmósfera está compuesta por un 95 por ciento de CO2, 2.6 de nitrógeno molecular, 1.9 de argón y 0.16 de O2 y, pese a todas estas diferencias, el planeta vecino no sólo es susceptible de recibir vida terrestre, sino de ser terraformado, agrega el doctor Navarro.

“Estudiar estos aspectos es importante no sólo para descifrar si hubo vida ahí en el pasado, sino para ver si podemos llevarla desde la Tierra, ya que después de la Luna el siguiente destino del hombre es Marte. De hecho, ya estamos en una nueva carrera espacial, quizá no en una tan agresiva como la entablada por Estados Unidos y la URSS durante la Guerra Fría, pero sí bastante intensa y con muchos más contendientes, pues además de que hay otros países en la justa, como China, también figuran grandes capitales privados con ambiciones muy claras de conquistar dicha empresa”.

¿Y de dónde viene este interés por llegar al planeta vecino? Carl Sagan lo explicaba, de viva voz, en una grabación de hace 24 años: “Quizá estamos ahí porque debemos estar, porque hay un profundo impulso nómada en nosotros nacido de nuestro proceso evolutivo, porque venimos de cazadores-recolectores y porque durante el 99.9 por ciento de nuestra estancia en la Tierra hemos deambulado de aquí para allá, y el próximo lugar para hacerlo será Marte”.

Por ello no extraña que cada vez haya más proyectos enfocados en este viaje interplanetario y uno de ellos es ExoMars (Exobiology on Mars) de la Agencia Espacial Europea y Roscosmos —donde también participa el doctor Navarro—, el cual enviará este año al planeta rojo un instrumento llamado HABIT a fin de colectar agua de la atmósfera marciana e intentar hacerla líquida, algo que, de conseguirse, beneficiaría a toda futura misión tripulada.

Han pasado 55 años desde que se lanzó el Mariner 4, la primera nave que se acercó lo suficiente a Marte como para fotografiarlo de cerca, y 49 desde que el Mariner 9 se convirtió en la primera nave en orbitar un planeta diferente a la Tierra, proeza lograda el 13 de noviembre de 1971, casi a la par de la salida al mercado del álbum Hunky Dory, donde David Bowie arrojaba, desde uno de sus coros, una pregunta que aún intriga a los científicos: is there life on Mars?

“De haberla deberíamos entablar debates bioéticos sin precedente, como ¿qué pasaría si contaminamos con nuestra vida a la de Marte o viceversa?, y veríamos un interés renovado por la ciencia, un incremento presupuestal en agencias como la NASA y un aumento exponencial en el número de misiones. Por ahora estamos por enviar robots tomadores de muestras con la intención de hacerlos regresar; de lograrlo estaremos muy cerca de poder afirmar, ahora sí, que hay vida en el planeta rojo, pues de conseguir ir allá y volver salvos a casa ya nada nos impedirá poner a un hombre en Marte.

 

 

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