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La meteorita Allende cumple 50 años de haber caído en México, y el IGL, 90 de pertenecer a la UNAM.

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De esa roca espacial se extrajeron los materiales más antiguos conocidos por la ciencia, y es de las pocas evidencias para estudiar en laboratorio las etapas de formación de los sistemas planetarios.

El Instituto de Geología investiga y amplía los horizontes en torno a la geología del planeta, sobre todo con especímenes netamente mexicanos.

Con actividades de divulgación, eventos científicos y académicos, el IGL conmemora ambos eventos.

Cayó en nuestro planeta hace 50 años, en Chihuahua; se le considera la meteorita más estudiada de la historia, y de esta roca espacial se extrajeron los materiales más antiguos conocidos por la ciencia; se trata de la meteorita Allende.

A medio siglo (8 de febrero de 1969) de su llegada al planeta y en el aniversario número 90 de la incorporación del Instituto de Geología (IGL) a esta casa de estudios, la UNAM recuerda los hechos.

Este tipo de meteoritas son de las pocas evidencias que tenemos para estudiar en laboratorio las etapas de formación de sistemas planetarios. Allende tiene 4 mil 568 millones de años y se precipitó sobre el pueblo del cual tomó su nombre, recordó Fernando Ortega Gutiérrez, investigador emérito del IGL.

En esta roca están inscritos más de 12 minerales nuevos; en particular, se identificó una serie de elementos químicos no conocidos, llamados isótopos, producto de la explosión de supernovas. En ella quedaron vestigios de aluminio, manganeso y berilio, no como elementos, sino como isotopos radioactivos de vida media corta, explicó.

El estudio de estos objetos espaciales revolucionó la ciencia; ahora se sabe más sobre cómo y cuándo se formaron las estrellas, los sistemas solares y los planetas, reiteró.

“Allende causó, literalmente, una revolución científica en disciplinas como la cosmoquímica, el origen de los planetas y las estrellas; de hecho, se cree que hay unas 20 estrellas representadas en el polvo que la formó”, expuso el especialista en el estudio de las rocas más antiguas y profundas que hay en el país, conocidas como “terrenos cristalinos y tectónicos”.

Junto con la meteorita, considerada mexicana, cayeron toneladas de material. Se calcula que al ingresar a la atmósfera, a 20 kilómetros por segundo, la mayoría de sus elementos se volatizó, pero por lo menos dos toneladas se recuperaron en fragmentos de hasta 110 kilogramos en un solo pedazo: “dos toneladas para disponibilidad de la ciencia”.

Para conmemorar la llegada de Allende, el IGL programará para este mes actividades de divulgación en el Museo de Geología, y para celebrar los 90 años del Instituto, se organizarán eventos científicos y académicos durante todo el año.

Nueve décadas de la geología en la UNAM

El 16 de noviembre de 1929, instancias como el Instituto Geológico Nacional, el Instituto Médico Nacional y el Observatorio Astronómico, fundados en el siglo XIX, fueron incorporados a la Universidad Nacional de México.

Este año el ahora Instituto de Geología cumple 90 de ser “puma” y Lucero Morelos Rodríguez, encargada del acervo histórico de esta entidad, recuerda sus orígenes.

Cuando esta entidad se integró a la UNAM, en ella laboraban 34 académicos; actualmente cuenta con 105, que trabajan arduamente en el Laboratorio Nacional de Geoquímica y Mineralogía (Langem), en la Estación Regional del Noroeste (Erno), en el Museo de Geología de Santa María la Ribera y en el Museo Regional Mixteco Tlayúa en Tepexi de Rodríguez, Puebla.

“El IGL tiene una larga tradición, junto con el Instituto de Astronomía y el ahora Instituto de Biología, son de los más antiguos en la UNAM, y desde el punto de vista de las ciencias de la Tierra, es el más antiguo en América Latina”, resaltó.

En 1893 investigadores que nutrieron las filas del Instituto Geológico Nacional, se dieron a la tarea de crear la primera carta de meteoritas elaborada en América Latina. Como ciencia moderna, la geología nació en el siglo XIX, de modo que la tradición en México en el estudio de la meteorítica es “de por lo menos dos siglos”, subrayó.

En su interés por estudiar los vestigios de planetas y responder cómo es que estas rocas habían caído del cielo, los geólogos mexicanos se ocuparon de inventariarlas y clasificarlas.

Así, además de la Carta de los Meteoritos de México, se implementó, por primera vez en la historia del país, un museo de meteorítica que desde hace 126 años está abierto en el vestíbulo del Palacio de Minería. “En realidad era, y es, un espacio que exhibe las más grandes rocas de fierro y níquel encontradas en el norte del país, muy cerca de Jiménez y Parral, justo en la región donde cayó Allende”, detalló la historiadora.

En la actualidad, la entidad universitaria continúa indagando y ampliando los horizontes en torno a la geología planetaria, sobre todo con especímenes netamente mexicanos.

Además de generar conocimiento sobre la Tierra, sus procesos y recursos, en beneficio de la humanidad y el cuidado del medio ambiente, en el IGL, netamente universitario, se realiza investigación científica de frontera en los distintos campos de las ciencias geológicas.

 

 

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