La Tinta Insomne

Amor Mundi

Para Estados Unidos la paz no es redituable, pues se trata de un país que vive y se enriquece a través de la guerra. Cada año, la fabricación y venta de armas deja ganancias multimillonarias a esa nación. Es el país terrorista y genocida por antonomasia posterior a la Segunda Guerra Mundial: entre 1945 y 2001 ha estado involucrado en 201 de 248 conflictos bélicos que ha habido en 153 zonas del mundo (el 80 por ciento del total), según reveló el portal Washington’s Blog, que a su vez tomó parte de un estudio de la revista American Journal of Public Health.

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El informe también reveló que Estados Unidos es responsable del 41 por ciento del gasto militar de todo el mundo y mantiene entre 700 y mil bases militares en diversos puntos del orbe. Además, el 90 por ciento de las cientos de miles de víctimas son civiles, sin que a la fecha haya castigo.

Ya sea por petróleo u otros recursos naturales o por mera posición geopolítica, nuestro vecino del norte invade, mata y lleva el terror allí donde sus intereses lo indiquen, con la consabida seguridad de que buena parte del mundo hará oídos sordos y volverá la vista hacia otra parte.

Un ejemplo de todo lo anterior tiene que ver con la recomendación de esta semana: Amor Mundi (Ediciones del bronce, 2003), una obra del escritor y periodista serbio Dušan Veličković (1947).

En la advertencia el autor refiriere que amor mundi alude a una idea de la filósofa alemana Hannah Arendt (1906-1975) expresada en su obra La condición humana, en la que se refiere al amor del mundo y el amor por el mundo como una de las condiciones de la existencia humana. En concordancia con esta idea, Estados Unidos no siente amor por el mundo.

Por órdenes de Bill Clinton, el 24 de marzo de 1999, la OTAN inició una brutal y criminal serie de bombardeos en Belgrado, la capital de Serbia, que entonces era la República Federal de Yugoslavia (junto con Montenegro), que se prolongó hasta el 11 de junio del mismo año.

Dichos bombardeos –llamados «humanitarios» por Occidente– se cobraron la vida de dos mil civiles (entre ellos, 88 niños) e hirieron a seis mil personas; dañaron o destruyeron 40 mil casas, 300 escuelas y 20 hospitales (incluido uno de maternidad). Todo sigue impune.

A través de Amor Mundi, Veličković intenta dar a conocer el día a día de la población que se vio bajo el fuego indiscriminado de la OTAN: alrededor de las ocho de la noche sonaba la alerta que anunciaba el inicio de la jornada de ataques.

Ante ello se recomendaba abrir las ventanas para que las ondas expansivas no rompieran los cristales. Nadie sabía en dónde caerían las bombas o los misiles –“inteligentes”, lanzados por gente estúpida, dice el autor– ni cuántos muertos provocarían.

El ambiente de desolación se mezclaba con la tensión del rechazo que ciertos sectores de la sociedad tenían para con el entonces presidente de Yugoslavia, Slobodan Milošević (1941-2006), tildado por Occidente de «dictador», pero defendido por buena parte de los serbios y cuya entrega del país era el principal objetivo de la OTAN, detrás del discurso en el que se indicaba que la defensa de Kosovo (la parte de Serbia habitada por miles de albaneses que buscaban la «independencia» y la expulsión de los serbios de dicho territorio) era la finalidad.

Aquellos bombardeos destruyeron cualquier cantidad de edificios de Belgrado, incluido el de la televisión estatal, donde fallecieron 16 comunicadores acusados de ser fieles a Milošević. También fue atacado un tren de civiles en un puente en las inmediaciones de la ciudad de Niš, en el que murieron varios civiles.

El terror se expandió por toda Belgrado y otras ciudades yugoslavas. El propio Dušan Veličković relata que era un asedio del que no se sabía quién sería la próxima víctima; el ambiente era de desesperanza, pero también de rabia ante el mutismo del mundo.

Uno de los acontecimientos que más llamó la atención ocurrió el 7 de mayo de ese 1999, cuando la OTAN bombardeó la embajada de China en Belgrado, que provocó el deceso de tres personas. En ese entonces, ni China ni Rusia (incondicional aliado de Serbia) poseían la fuerza que hoy en día tienen, por ello el ataque no tuvo las repercusiones que tendrían en la actualidad.

Los puentes también eran blanco de los genocidas que pilotaban los aviones de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), una máquina de matar que opera en decenas de países con plena impunidad. Por ello, cientos de belgradenses se organizaron para colocarse en los puentes, con playeras que tenían un blanco en el frente.

Durante esos meses se vivió un drama del que poco se cuenta. En Amor Mundi, Veličković se enfoca en las experiencias personales, en cómo debió lidiar con el asedio de la OTAN y del propio Milošević.

Es una obra que exige reflexión, de la que el también serbio Milorad Pavić dijo: «Me doy cuenta de que se trata de un libro magnífico y veraz sobre el bombardeo apenas pasadas las primeras páginas, y también de que no podré leerlo hasta el final precisamente por eso, pues ¿qué insensato pasaría por todo aquel horror de nuevo si ya se vio obligado a vivirlo una vez?»

El libro está conformado por textos breves que buscan exponer la situación a partir de la experiencia personal del autor y de sus conocidos, sin restarle importancia al resto de la población. Por el contrario, defiende a ultranza los derechos humanos de las víctimas –de la OTAN y de Milošević– con voz y mirada sobrias que desvelan la calidad del escritor.

Una de las historias más destacadas tiene que ver con una inspección que la policía debía llevar a cabo en la casa de un joven del que se sospechaba era «traidor». Ese día, los agentes se presentaron en la vivienda; el muchacho no estaba, pero los atendió su madre. Cuando los policías le comunicaron el porqué de su visita, la mujer no mostró rechazo, aunque sí puso una condición: entrarían, sí, pero sin calzado porque había limpiado la casa el día anterior y no estaba dispuesta a volver a hacerlo. Así, los agentes entraron a la casa, descalzos y con la misión de registrar cada rincón.

En la obra se cuentan historias que nos recuerdan quién es el principal terrorista de nuestros días.

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