Estados Unidos se dice a sí mismo «ejemplo a seguir» en democracia y defensa de derechos humanos. Incluso se atribuye las funciones de fiscal de este planeta Tierra. Sin embargo, su poder está cimentado sobre decenas de miles de cadáveres y transita por cloacas de corrupción. Es el único país que se concede la libertad de invadir, intervenir, deponer y colocar gobiernos que se ajusten a sus intereses, eternamente manchados de sangre y con peste belicosa.
La sociedad de nuestro vecino del norte –como la nuestra– está idiotizada por la televisión. Ese medio electrónico es capaz de formar –manipular– la opinión entre los ciudadanos, siempre dispuestos a linchar y enjuiciar a quien la pantalla indique.
Éste es uno de los temas que aborda la recomendación que hago esta semana: Vernon Dios Little (Destino, 2004; traducción de Javier Calvo), del escritor DBC Pierre (DirtybutClean –sucio pero limpio–), pseudónimo de Peter Finley (1961).
Este autor nació en Old Reynella, Australia, pero se crió en la Ciudad de México hasta los veinte años. Su juventud se vio envuelta en escándalos de drogas y estafas (él mismo calculaba que sus deudas eran de aproximadamente doscientos mil euros), lo que llevó a Peter a tener desencuentros y la pérdida de algunos de sus amigos. Tras una terapia de reconstrucción, DBC Pierre escribió su primera novela, Vernon Dios Little, en Londres.
Esta obra –inspirada en una masacre ocurrida en 1999, en una escuela de Estados Unidos– le valió el prestigioso Premio Booker británico de 2003; de inmediato saltó a la fama y despertó críticas de todo tipo.
Durante una entrevista, el autor manifestó que su obra, en un principio, tenía un tono autobiográfico, pero prefirió liberar al personaje para que la historia tomara el cauce que debía seguir.
Dios Vernon Little cuenta la historia de Vernon Gregory Little, un adolescente de quince años que vive en un pueblo ficticio llamado Martirio, ubicado en el estado de Texas.
Inseguro y frustrado, es un muchacho que desconfía prácticamente de todo lo que lo rodea. Poco o nada sabe de su padre, quien desapareció, sin más. Pero se quedó con su madre, Doris Eleanor Little, una mujer que se encarga de fastidiarlo –acaso inconscientemente– y hacer de la vida de Vernon, algo inhabitable.
Los días del chico dan un giro radical cuando su único amigo, Jesús Navarro, se suicida tras realizar una matanza en la escuela donde ambos cursaban. Inmediatamente después, Vernon es convertido por los medios en el chivo expiatorio de esa masacre.
El adolescente se ve obligado a inventarse historias ante los señalamientos que pesan en su contra, aun sin haber iniciado las investigaciones del caso. Vomita frases internas –es el narrador de la historia–; escupe, sin falsos prejuicios, todo lo que piensa de la gente de su pueblo.
Muy pronto, este caso cobra relevancia más allá de Texas. Agobiado por la presión mediática y los juicios de sus vecinos, Vernon decide huir de Estados Unidos y se refugia en una playa mexicana. Sin embargo, no llega a tierra azteca sin antes verse envuelto en cómicas aventuras.
Pero el gusto dura poco, ya que se ve traicionado por la chica de la que está enamorado. Por ello vuelve a Estados Unidos, donde un farsante que se hace pasar como periodista de la CNN ya ha conseguido montar un jugoso negocio con ese caso, a tal grado que el proceso del juicio se convierte en un reality show.
Una vez que Vernon es condenado a la pena capital (decorosa forma de llamar a un asesinato al estilo gringo), el falso periodista consigue la atención y el patrocinio de diversos medios y marcas para transmitir los hechos que ocurren en el corredor de la muerte. Incluso, el público decide quién debe ser ejecutado, a través de llamadas telefónicas.
Se trata de una comedia negra dotada de humor, pero detrás hay una crítica a la sociedad teledirigida estadounidense, cargada de prejuicios y gustosa de ser fiscal mediante lo que le ordena la televisión.
De forma inteligente, DBC Pierre ridiculiza al sistema judicial, a los medios, a las familias y a todo aquello que conforma el núcleo social norteamericano. Es una sátira a la cultura occidental.
La novela atrapa desde el primer párrafo y su lectura es ágil. De pronto, el lector se topa con episodios que parecen ridículos e inverosímiles, pero que no son sino un fiel retrato del país autoproclamado «salvador del mundo» y ejemplo de las «causas justas».
Es una obra altamente recomendable que sacará más de una carcajada al lector que se atreva a sumergirse en sus 307 páginas.