Esta semana la Academia Sueca dará a conocer los nombres de quienes se harán acreedores del Premio Nobel en sus diversas categorías: Física, Química, Medicina, Literatura, Paz y Economía. Los anuncios se realizarán a partir de hoy y hasta el 12 de octubre.
De forma tradicional, el anuncio del ganador de Literatura se realiza los jueves, por lo que este 8 de octubre podríamos saber quién es el galardonado de 2015. Nombres, siempre hay; pero hay otros que figuran desde hace años y que probablemente nunca lo recibirán.
A propósito de dicho premio, esta semana me permito recomendar una novela del escritor que obtuvo el Nobel en 2002: el húngaro Imre Kertész (Budapest, 1929), quien permaneció ignorado durante muchos años, debido al cerco que se impuso sobre su obra en su país.
A los quince años, Kertész fue deportado al campo de concentración de Auschwitz y después al de Buchenwald. Logró sobrevivir a ese infierno. Derivado de estas experiencias, Imre Kertész escribió la que acaso es su novela más famosa: Sin destino (Acantilado, 2002).
Esta obra fue publicada en 1975, pero no gozó de popularidad ni reconocimiento debido a la censura que cayó sobre el autor. En algún momento, Imre Kertész declaró: «Siempre seré un escritor húngarode segunda fila, ignorado y malinterpretado».
No obstante, años después, las obras de este autor fueron traducidas y leídas en Europa, lo que le valió hacerse de un nombre en el mundo de las letras.
Aunque Kertész ha referido que Sin destino no es una novela autobiográfica, posee rasgos de las propias experiencias que el autor sufrió en los campos de concentración. Así, la novela cuentas la historia de un adolescente de quince años, judío y húngaro, que narra sus días en diversos campos nazis, en los que estuvo durante un año y medio.
Si bien el Holocausto es un tema que ha sido y sigue siendo tratado por la literatura y el cine, en Sin destino hay rasgos distintos que la convierten en una obra imprescindible para adentrarse en estos acontecimientos, tan vergonzosos del siglo XX.
El chico cuenta el día a día en los campos. No hay apasionamiento ni autocondescendencia, no es un relato de sentimentalismos (como suele abordarlo Hollywood). Es una narración con la paciencia que traen los años, con una mirada hacia atrás sin odio ni ansia de venganza, sin pasión febril de destruir el pasado.
El autor entrega un relato que sí es conmovedor, con una prosa delicada y detallada. El lector se enfrenta a hechos aberrantes, desde la mirada aún inocente del protagonista. De esta forma, Kertész consigue que quien lo lee se identifique con ese dolor, con la angustia y la incertidumbre que nacen del no saber si habrá un día siguiente en la vida.
La novela podría incluirse en el género del aprendizaje.Porque el héroe es un chico que apenas si comienza a vivir. Parte de la maestría de Kertész radica en cómo recrea el horror y hace aparentar que se trata de las aventuras de un adolescente, pese a encontrarse en el centro de la misma muerte. Recorre sitios y conoce otros personajes a través de los que conocemos diversos puntos de vista respecto del régimen nazi y sus prácticas.
Entre los temas que aborda el autor en su novela destacan la familia, la esperanza, la amistad, el deseo de vivir y el amor a la vida; pero también la absurda condición humana, el grado de humillación al que puede ser sometida una persona y el que ejerce el poder.
Está narrada con un estilo conmovedor. Sorprende que el personaje, a pesar de a su situación, parece ser feliz. Sí, feliz por estar vivo, por poder contar lo que ocurre; viaja en tren y detalla lo que sus ojos observan, lo que encuentran en los campos de exterminio, hasta que se ve liberado.