Hace tiempo, en este espacio, recomendé la lectura de El momento de la sensación verdadera, una novela del austriaco Peter Handke (1942). En esa ocasión, amargamente afirmaba que el autor nunca sería reconocido con el Premio Nobel de Literatura a causa de su posición política en contra de criminalizar al pueblo serbio –criminalizar a todo pueblo, afirma él mismo– en la Guerra de los Balcanes de la última década del siglo XX que derivó en la fragmentación de Yugoslavia, aun cuando su obra era por demás digna de ser reconocida.
No obstante lo anterior, el tiempo se encargó de echar por tierra mi aseveración, pues en el año 2019, el también autor de La mujer zurda fue elegido por la Academia Sueca como el ganador de dicho galardón.
La elección no estuvo exenta de polémica. Apenas darse a conocer la noticia, los occidentalistas brincaron y se lanzaron contra la Academia y contra el propio Handke: que debían considerar la posibilidad de retirarle el premio inmediatamente, decían, manipulando la información, una vez más.
Pocas voces se manifestaron a favor del escritor, pero lo hicieron no desde una posición de juez y parte, sino desde la mirada del lector: Handke lo merece, se afirmó entonces. Si fuera el Premio Nobel de la Paz, se pondría en duda la concesión a su favor, pero resulta que se trató del de Literatura.
El merecimiento del premio se refuerza si se toma en cuenta que Handke ha incursionado en prácticamente todos los géneros literarios con éxito y la crítica se ha mostrado unánime a favor de uno de los mejores escritores vivos, creador de una obra sólida.
En su momento, cuando me referí a El momento de la sensación verdadera, comenté que podía considerarse una opción para acceder a la obra del autor.
En esta ocasión recomiendo El miedo del portero al penalti (1970; Alfaguara, 2019; traducción de Pilar Fernández-Galiano), una de las novelas que le dieron fama a su creador y que incluso fue adaptada al cine por el reconocido director Wim Wenders al año siguiente de su publicación.
Es común que en la obra de Handke no haya grandes tramas ni que se trata de historias que mantengan al lector en suspenso. En ese sentido, El miedo del portero al penalti no es la excepción, aun cuando la primera frase de la historia apunte hacia una dirección contraria respecto de esta afirmación: «Al mecánico Joseph Bloch, que había sido anteriormente un famoso portero de un equipo de fútbol, al ir al trabajo por la mañana, le fue comunicado que estaba despedido».
Estas líneas podrían anticipar una historia con tintes dramáticos o de tristeza. Sin embargo, el personaje se toma con calma la noticia y comienza así una etapa de vagancia: Joseph Bloch se traslada como un errante por distintos sitios para encarar esta nueva etapa de su vida.
En el acontecer de los hechos, el mecánico y exportero vive situaciones acaso absurdas, que incluso lo llevan a verse inmerso en un crimen; va de posada en posada, se planta en bares, camina por calles donde poco importa la gente, se enfrasca en desencuentros callejeros, visita cines: vale más el detalle, aquello en lo que no se repararía en circunstancias «normales», pero éste es precisamente uno de los sellos de la obra del autor.
Handke suele detenerse en aspectos simples: una mancha en la pared, una gota que resbala por la pared de un vaso, el vuelo de un ave, las voces lejanas y las voces de al lado…
Éstos son detalles que en un primer momento pareciera que no aportan nada a la historia, pero que conforme se avanza en la lectura se va descubriendo que se trata –quizá– de los cimientos que han de fortalecer la estructura en sí.
Como el mismo Handke lo ha afirmado, su obra no busca atrapar pensamientos, sino despertar sensaciones en el lector. Eso ocurre con El miedo del portero… en cada párrafo: la sensación está ahí. ¿De qué? No se sabe. Pero hay una sensación que antecede a las ideas. Puedes decir: esto es aburrido o esto es genial.
En torno a la novela, me he topado con comentarios encontrados: hay quienes afirman que se trata de lo más aburrido que han leído, otros dicen que abandonaron la lectura; pero también hay quienes destacan la novela y reconocen la calidad de Handke como un autor que va más allá de cualquier comentario que intenta ensombrecer la grandeza del escritor y afirman que la concesión del Nobel no fue casualidad, sino un acto de justicia a una de las obras más importantes de la actualidad.
Si me preguntaran por qué recomiendo a Handke, particularmente su novela El miedo del portero al penalti, diría que porque leer al autor representa una lección, pues se convierte en un ejercicio placentero de paciencia que, a su vez, abre caminos hacia alturas insospechadas de las formas narrativas.
Porque Peter Handke también es un maestro del lenguaje que atrapa a los lectores para contarles la historia como en susurros. Es un hipnotizador.
TOMADA DE LA WEB
Desde hace años, Peter Handke vive aislado en una zona alejada de París.
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Fotograma de la adaptación de El miedo del portero al penalti que hizo Wim Wenders y que fue protagonizada por Arthur Brauss.