Hace tiempo, en este mismo espacio, recomendé la lectura de Caballo en el salitral (Bruguera, 1981), una antología que contiene catorce cuentos del argentino Antonio Di Benedetto (Mendoza, 1922-Buenos Aires, 1986). Se trata de uno de esos libros que permanecen en la memoria del lector debido a la alta calidad de los textos.
Pues bien, esta semana me permito recomendar la que es considerada la obra maestra del mendocino: Zama (1956; Casa las Américas, 1990), una de las más importantes novelas de nuestra lengua y que no hace mucho despertó interés en el público debido a la adaptación cinematográfica de la novela que realizó la directora argentina Lucrecia Martel (1966).
En algún sitio leí que Zama ha sido una obra con más prestigio que lectores. Supongo que lo difícil que resultaba encontrar algún ejemplar –por lo menos en México– abonó para convertirlo en un libro de culto muchas veces buscado, pero casi nunca encontrado (sin embargo, Adriana Hidalgo e incluso el otrora Conaculta reeditaron la novela).
La historia está ambientada en la última década del siglo XVIII. Diego de Zama, un criollo letrado, es un funcionario de la Corona española que presta sus servicios en Asunción de Paraguay, donde ve pasar los años en espera de la gran noticia: aguarda a ser trasladado a la ciudad para poder reunirse con su familia.
Mientras espera, intercambia correspondencia con Marta, la lejana esposa a la que transmite acaso lo que va restando de su esperanza.
Así, el corregidor deambula entre originarios del lugar, mestizos y otros funcionarios de la Corona. Sus días transcurren entre uno que otro sobresalto, siempre con la mira puesta en el llamamiento al cambio de residencia.
Zama mira el mar, aguarda a que llegue el bote con el mensaje que cambie el transcurso de su vida. Pero no hay tal notificación; ésta se aplaza, una y otra vez. Llegan mensajes, sí, pero acerca de sus tareas, del sueldo… Ello va desgastando la esperanza de Diego, lo agota física y moralmente: es un fantasma que recorre la playa en busca de la noticia largamente esperada.
Llamada «la novela de la espera», Zama atrapa al lector apenas comenzar la historia, que es narrada por el propio protagonista con un lenguaje y un ritmo pausados, con la maestría de Di Benedetto para contar sucesos.
Anclado en el pueblo, Zama trata de sacudirse la mediocridad que lo acecha y embiste; de la amargura que lo va cubriendo como el óxido al metal conforme se suceden los días.
Entonces es un enamorado, se lanza en busca de los favores amorosos de una española –rechaza a las indias, aunque procrea hijo con una de ellas– que radica en el pueblo. Diríase que el amor se convierte en el motor que lo saca a flote de esa espera que le carcome el deseo de vivir.
El estilo de Di Benedetto es depurado. Muy pronto, el lector se ve atrapado en una trama de aparente lentitud, como en una balsa que se desliza casi imperceptiblemente en las mansas aguas de un río de agua clara y en lapsos turbia.
Se respira el olor de la hierba, los sudores; se siente la piel pegajosa que antes estuvo expuesta al sol tropical. Zama es, como se ha dicho ya, una obra maestra de la lengua española.
Si bien se trata de un libro no visto muchas veces, hay que destacar que el sello argentino Adriana Hidalgo se ha encargado de editar las obras de Antonio Di Benedetto. Es así que en alguna que otra librería de México se puede encontrar.
Otros sellos que la han publicado son Alfaguara, Casa de las Américas, El Alpeh (en un volumen conjunto con El silenciero y Los suicidas, con las que conforma la Trilogía de la espera), Círculo de Lectores, Alianza, Planeta, entre otras editoriales sudamericanas.
Queda, pues, la recomendación de esta semana para añadir al paisaje otoñal un trazo más de nostalgia.
TOMADA DE LA WEB
La obra de Di Benedetto ha sido elogiada por escritores como Borges, Cortázar y el Nobel J. M. Coetzee. El autor vivió en carne propia los horrores de la dictadura de Videla.
TOMADA DE LA WEB
Daniel Giménez Cacho encarnó a Diego de Zama en la adaptación cinematográfica dirigida por Lucrecia Martel.