Cuando John Deacon, Roger Taylor y Brian May escucharon por primera vez la compleja canción sin estribillo y formada por varios géneros musicales en una comunicación caótica, pero que sonaba muy bien, compuesta por su compañero de grupo Freddie Mercury, llegaron a la conclusión de que debía titularse “Mamma Mia”.
Sin embargo, el cantante y letrista de Queen se negó rotundamente al decir: “Se llamará Bohemian Rhapsody”.
Como si uno de los temas más complicados tanto armónica como melódicamente en la historia del pop contemporáneo necesitara todavía más confusión, su nombre agregó oscuridad al tema que formó parte del disco A night at the Opera, que la agrupación inglesa presentó en 1975.
La canción que la crítica recibió con indiferencia cuando no con hostilidad resultó ser un éxito, ocupando el primer lugar durante nueve semanas en el ranking del Reino Unido, un destino que no hubieran imaginado los músicos y el productor Roy Baker cuando la grabaron en un estudio de Monmouth.
Durante muchos años, el significado de la letra se mantuvo en un misterio que ni siquiera los fans de hueso colorado lograron resolver y que Mercury se encargó de alimentar con su acostumbrada reticencia a intelectualizar sobre su trabajo.
Una ópera humorística fue la definición con la que el fallecido artista inglés, fallecido en 1991 a los 45 años de edad, describió la que es considerada la mejor canción de la historia del pop.
LOS CRÍTICOS SIGUEN BAJANDO EL PULGAR
“Rapsodia bohemia” sigue sin gustar a los críticos, pero la gente la ama. El misterio develado de la letra habla de un hombre que ha matado a una persona y que usa su condición de pobreza para justificar el crimen, hasta que no le queda otra posibilidad más que resignarse a su destino.
“La arquitectura de ‘Bohemian Rhapsody’ -y es arquitectura- es consciente y ostentosamente barroca. Es rica en adornos, detalles curiosos, ocasionalmente con influencias marroquíes. También es poderosa, a veces mareadora, cambia de registros y tiene una emotividad lacrimosa que es casi imposible de resistir”, fue la descripción de un catedrático londinense a la BBC.
La canción que aumentó su popularidad cuando fue usada en el filme Wayne’s Worldcumple años con una vigencia deslumbrante, es para el baterista Roger Taylor, una obra que carece de misterio.
Es también la historia de una traición inocente cuando sin autorización alguna, el DJ Kenny Everett la hizo sonar 14 veces en la radio, antes de que EMI y la propia banda decidiera lanzarla o no como sencillo.
Lo cierto es que más allá de las críticas o de los misterios insondables, la canción que ha llegado con toda frescura y libertad al siglo XXI, es obra de un genio inconmensurable como el del que hizo gala el entrañable y extrañado Freddie Mercury.