Eran los setenta, como excusa para todo
Oh, sí. A finales de los 60, Marvel se estaba poniendo cósmica: sus tebeos empezaban a salir del planeta Tierra (algo que ya era norma en Los 4 Fantásticos) y meterse en berenjenales más propios de la ciencia-ficción que de Spider-Man pegándose con villanos en Times Square. El equipo original de Los Guardianes, además, no sólo era cósmico sino futurista, una especie de respuesta a la Legión de Superhéroes de la competencia: cinco humanos mutantes de un sistema solar colonizado que se enfrentaban a razas de alienígenas ultraviolentos, los Badoon, en el siglo XXXI. Los Guardianes originales ni siquiera tuvieron serie propia: aparecían cuando el guión de otras series lo pedía.
El equipo lo componían un sabihondo volador (Starhawk), un astronauta del siglo XX con telequinesis (Vance Astro), un tipo hecho de cristal que tiraba rayos (Martinex), una venusina gimnasta (Nikki), un arquero azul con cresta (Yondu)
Los Guardianes originales ni siquiera tuvieron serie propia
y un supercachas de Júpiter (Charlie-27). Sus aventuras nunca fueron especialmente memorables, y tal vez su mejor momento fue en La Saga de Korvac, una aventura de Los Vengadores donde los Guardianes y el equipo titular se enfrentaban a una amenaza universal cogiendo el autobús para ir a su encuentro. El resto de sus apariciones son una nota al pie de la historia de Marvel (salvo una serie en los 90 que, seamos sinceros, no era gran cosa, ni duró mucho).
Entre su creación y la Saga de Korvac, sin embargo, Marvel fue soltando otros cuantos personajes. Por ejemplo, los locos Bill Mantlo y Keith Giffen crearon en 1976 a un mapache antropomórfico, experto en el manejo de todo tipo de armas y uno de los mejores soldados de la galaxia: Rocket “Rocky” Raccoon. ¿El nombre? Viene de la canción de los Beatles de 1968, Rocky Raccoon, para hacerse una idea del nivel de cachondeo que tenían en la Marvel setentera.
La misma Marvel que se permitía crear a tipos como Pete Quill, Star-Lord, un superpoli de las estrellas creado por Steve Englehart -otro guionista que se pasó los 70 metiéndose todo tipo de sustancias-. O a los comparsas del futuro supermegavillano de las pelis, Thanos, de la mano de Jim Starlin: Gamora, “la mujer más peligrosa de la galaxia”, y Drax el Destructor, un Hulk con capa creado para acabar con Thanos (y que también es el padre de una telépata calva kung-fu, Dragon Lunar, porque el Universo Marvel es un culebrón de fliparlo). Secundarios de secundarios, personajes sin serie, protagonistas de alguna serie limitada de cuatro números y que sólo salían en tebeos cuando el copyright lo exigía -que allí hay que mover a los personajes para que no pasen al dominio público- o algún guionista se acordaba de esta gente rara del espacio.
La mejor serie que nadie ha leído
A este puñado de personajes desubicados los cogió Keith Giffen hace algo más de un lustro tras el éxito de Aniquilación, la primera saga que le dio sentido al rollo cósmico Marvel desde los 70. Situémonos: una raza de Terminators-hackers han conquistado el Imperio Kree y los Kree supervivientes han reunido a un equipo de prisioneros para una misión suicida, con Star-Lord a la cabeza. De ese “Doce del Patíbulo” que fue la miniserie Aniquilación-Conquista: Starlord, surgirían las semillas de Los Guardianes de la Galaxia actuales.
¿He dicho actuales? Perdón. Entre 2008 y 2011, Dan Abnett y Andy Lanning cogieron a Los Guardianes de la Galaxia y, junto a su serie paralela Nova -el Green Lantern de Marvel-, se cascaron una de las sagas más deliciosas de este o cualquier otro universo comiquero.
Star-Lord y Rocket Raccoon se convirtieron en la mejor pareja de poli bueno-poli malo del cómic
Star-Lord y Rocket Raccoon se convirtieron en la mejor pareja de poli bueno-poli malo del cómic, mientras sus soldados Gamora, Drax y Groot -recuperado de aquellos tebeos de monstruos que hacían Stan Lee y Kirby antes de crear el Universo Marvel- crecían hasta convertirse en personajes con identidad propia. Los Guardianes se enfrentarían a amenazas del futuro -uniéndose a ese puñado de gente del siglo XXXI que mencionamos antes-, pelearían contra la Iglesia de la Verdad Universal (gente capaz de dinamitar planetas con el poder de la fe), y se adentrarían en las fauces del Cancerverso, el equivalente Marvel a los planos exteriores de los Mitos de Cthulhu.
Todo, entre peleas de bar con alienígenas, chistes con un perro cosmonauta ruso inteligente, guiños a Alien y unos diálogos que, en general, no nos merecíamos. Con un par de personajes ajenos a las pelis que, ahora que Disney ha confirmado secuelas, podremos esperar en el futuro fímico: Dragón Lunar (la hija de Drax) y Warlock (un “mago cuántico” también perteneciente al ciclo de Thanos. Y que tiene la costumbre de morir para convertirse en un enemigo aún peor que el Titán Loco).Evidentemente, semejante joya no la leyó ni dios, y fue cancelada junto a Nova en 2011, con una traca final de las de lagrimita y boca abierta.
Después, sí, Marvel sacó una nueva serie de cómics porque con peli en curso es obligatorio. Pero… Ay, pero. Se la dieron a Brian Michael Bendis, que es como el anatema de todo lo bello. Su serie es un desastre ambulante, lleno de cruces con otras series que escribe él -porque tiene un ego que mide lo que mil Sorias- y en la que ningún personaje se comporta como en la serie de sus predecesores ni como en la peli. Porque es Bendis. Y así pilota. Nuestro consejo es huir de ese volumen 3
La peli que nadie creía posible
Pero alguien en Marvel Studios debió leer esos tebeos y pensar que ahí estaba el mayor bombazo a este lado de Star Wars. En general, todo lo que rodea al mayor éxito de Marvel desde Los Vengadores es raro: un director sacado del indi (James Gunn, cuyo Super es la cosa más dura y malrrollera del cine de gente que se viste de colores), un actor principal sacado de una serie minoritaria (Parks & Recreation, que deberíais estar viendo ya), Bradley Cooper poniéndole voz a un mapache, y Vin Diesel diciendo 500 veces la misma frase: “Yo soy Groot”.
A todos los que nos asombró que Marvel sacase petróleo de Iron Man -un personaje que en los cómics nunca había destacado mucho-, ya nos han dejado locos planteando una space opera de manual: cine de palomitas, aventuras y naves espaciales que el taquillazo al estilo Michael Bay había olvidado.
Hay un par de datos que indican lo bien que les ha salido una apuesta tan extraña: mejor fin de semana de una peli de estreno en agosto en Estados Unidos, un 40% de público femenino -normal, cuando Chris Pratt hace estas cosas durante la promoción-, y un personaje destinado a comerse el mundo de los muñequitos: Rocky.
Básicamente, Los Guardianes de la Galaxia es la primera película en un par de décadas que se ha acordado de cómo hacían las pelis de verano gente como Lucas y Spielberg, y sin desviarse del camino hacia Los Vengadores 3. Si de paso su estreno en España el 14 de agosto sirve para que recuperemos el excelente trabajo de Giffen, Abnett y Lanning, pues mejor para todos.
Guía de lectura rápida:
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La Saga de Korvac, Panini: ¡Los primeros Guardianes y Los Vengadores pelean a muerte en una casita de los suburbios contra un tío en chanclas!
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Aniquilación, Panini: Cuando la Zona Negativa invade nuestro Universo, Pete Quill y Nova reúnen un ejército pangaláctico. Y a Drax.
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Aniquilación: Conquista, Panini: La enésima amenaza cósmica hace que Star-Lord recupere un viejo concepto: una fuerza de choque que se enfrente al mal antes de que haga pupa.
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Los Guardianes de la Galaxia, Panini: El problema es que Pete Quill quería a los pesos pesados para esa fuerza de choque, pero sólo se le unen un puñado de desharrapados y un mapache parlante.
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El Imperativo Thanos, Panini: La conclusión a las series de Abnett y Lanning. Thanos, el Cancerverso, los Vengadores Satánicos y batallas a una escala que el ser humano no puede concebir.