Si Los Desesperados —banda de rock mexicano que transita un rocoso camino hacia la fama—, hubieran surgido a finales de la década de los años 80, serían sin duda alguna la agrupación más importante del país. Pero no lo hicieron y para su no tan atinada suerte, son parte de una escena musical nacional de la que tan sólo son un grupo más.
En el nombre llevan la penitencia: Roto, Chalo y Teto están desesperados. Desesperados por sonar como sus favoritos, The Libertines; desesperados porque una firma trasnacional los descubra para catapultarlos a los reflectores mundiales; desesperados por ser la mejor banda de rock mexicano.
En su incontenible desesperación, la banda pasará por las más diversas, entrañables y extrañas anécdotas e historias que un grupo musical podría vivir.
Historias que sorpresivamente, no son (tan) reales.
Los Desesperados (Seix Barral) es el nuevo ejercicio literario de Joselo Rangel (sí, el guitarrista de Café Tacvba), quien presenta su primera novela luego de un par de libros de cuentos, “Crócknicas Marcianas” y “One Hit Wonder”.
Como en sus trabajos previos, el mayor de los Rangel construye un relato ficticio alrededor de su conocimiento sobre la música, lo que pasa en el rock en México tras bambalinas, sus experiencias como miembro de una banda y algunas de sus pasiones más nerds.
En entrevista, el músico, compositor, columnista y escritor, explica el proceso que llevó a la construcción de la historia, las partes reales y no tan reales de la misma, las diferencias en los procesos creativos musicales y literarios, sus influencias y un poco de sus opiniones más personales sobre el rock en el país.
La mente de un rockero muy nerd
Ataviado en prendas negras y calzando un par de botas Dr. Martens, Joselo encarna la imagen de un melancólico melómano que añora los hoy lejanos años en los que la música era monocromática, negra. En algún momento reveló que Café Tacvba intentó transitar el mismo camino que surcaron agrupaciones post-punk como The Cure o Love and Rockets.
Sin embargo la solemnidad de sus preferencias musicales, no está peleada con su primer gran amor, la colorida y surreal fantasía de la ciencia ficción, género del cual no duda echar mano en “Los Desesperados”.
“Desde pequeño mi primer amor fue la ciencia ficción. Soy muy nerd, me he leído a todos los autores de ciencia ficción y he pasado por todos los clásicos y los nuevos autores. Sigo siendo un consumidor grande del género".
Así lo confiesa Joselo, quien también acepta que ese gusto primigenio se ve reflejado en el escritor que hoy es: “Soy este tipo de autor, no soy un autor realista, lo que me surge es inventar drogas, inventar situaciones límites como puede ser que un asteroide se acerque a la tierra".
Joselo Rangel también es ese tipo de autor que puede darse el lujo de tener una clara diferencia entre los procesos creativos a la hora de sentarse a hacer música y a la hora de escribir literatura, pues explica que al menos en su caso, las distinciones se hacen notar debido a que cuando compone una canción, debe escarbar en mayor medida en “los sentimientos”.
“Se trata de algo más inmediato (…) los textos vienen de otro lado, tal vez un lado más racional. Hay imaginación en las dos partes, pero el escribir es más racional; los impulsos vienen del mismo lugar pero se van hacia lugares distintos".
Y destaca que si bien ambos procesos cuentan con diferencias abismales, también comparten detalles propios de la naturaleza creativa. Al final de cuentas, vienen de un misma mente que entiende su propio orden y debe aceptar sus manías.
Los Desesperados empiezan de una idea que detonó muchas cosas. Después de esa idea inicial de la banda que va a un table dance, me puse a escribir todo lo demás. Sucede que tengo historias desde hace mucho tiempo anotadas en cuadernos y que las rescato para trabajar en ellas. Lo mismo me pasa con las canciones. Tengo un montón de cassettes que revisito, que vuelvo a escuchar y de repente encuentro melodías o secuencias de acordes que me despiertan hacer una canción. No lo veo como reciclaje, sino que son ideas que están flotando como esperando su momento para ser realizadas".
Una historia que no sucedió, pero sí pudo haber sucedido
Los Desesperados tienen un concierto en el Caradura. Otro día tocarán en el Imperial, deben buscar una banda abridora menor que no los opaque. La novia de Roto, el vocalista, produce en Teto y Chalo, bajista y baterista, un ineludible encanto como si de una afinada sirena cantando se tratara. El hecho inevitablemente llevará a un conflicto que pondrá en duda la existencia del grupo. Fredy Fox, su nuevo pero avezado productor, sabe que la banda necesita un empuje con la que invariablemente traicionarán sus convicciones musicales; tal vez deban hacer una balada con toques de mariachi, algo tropical.
A pesar de los sitios que los protagonistas de la novela visitan y las situaciones por las pasan suenan a anécdotas que el autor vivió con Meme, Rubén y Quique, éste rechaza que los ominosos pasajes por los que atraviesa su agrupación ficticia estén basadas en la realidad. Si acaso, dice, hay retratados arquetipos que toda banda, de cualquier parte del mundo comparte.
“No tiene que ver en específico con ninguna banda. Yo tengo este asunto que se me ocurren historias. Todo es ficción y no hay nadie pueda llegar a decirme: estás contando mi historia. O que algo de lo que escribí que me haya pasado a mí. Lo que sí hay son los arquetipos que existen en bandas de rock; estos arquetipos que se definen por el instrumento que tocas. Eso sí lo utilizo pero sin llegar a la caricatura, es algo que siempre está en el ambiente. Por eso puede que alguna persona piense que se trata de una historia que sí sucedió. No sucedió pero sí pudo haber sucedido".
Pese a la insistencia en señalar que Los Desesperados viven una historia completamente falsa, el retrato íntimo construído por Rangel sobre algunos de los detalles más personales del rock, ha devenido en preguntas de compañeros músicos, quienes en broma, o tal vez en un tono serio, le han cuestionado sobre los elementos de los que se inspiró para conformar su relato.
El hecho, se jacta entre risas, demuestra que la novela está bien hecha y que aun cuando ningún momento se planteó hacer una crítica de lo que ocurre detrás de los escenarios, cumplió un cometido.
“Varios me han preguntado, pero lo hacen como de broma. Les digo que no, en realidad todo es inventado. Creo que lo hice bien, porque hay gente que cree que sí pasó o que creen que estoy retratando un momento en especial".
Afirma además que sin fijarlo como un propósito, Los Desesperados también fungen como una especie de fotografía instantánea que muestra a grandes razgos el estado actual de la producción musical en el país. Un contexto en el que lamenta, el rock ha sido desplazados por otros géneros.
"De alguna manera la necesidad que tienen Los Desesperados es lo que le está pásando ahorita al rock en México. Yo no veo que exista una banda que tenga el éxito o el lugar que han tenido otras agrupaciones en otros tiempos y yo sí quisiera que pasara. Que muchas bandas tengan más proyección, más espacios".
A manera de conclusión, Joselo lanza un deseo. Hay quienes opinan, dice, que el sopor en el cual se encuentra sumido el rock no es más que una etapa que avista un próximo despertar. Con una genuina esperanza, anhela que esas perspectivas vayan más allá y entonces puedan considerarse como acertadas profecias.
"Hay teóricos que dicen que todo es cíclico y que en algún momento todo este rollo del reggaeton, del pop y demás, van a perder el interés del que gozan y entonces va a regresar una época de rock. Pues ojalá que así pase".