La cantante protagoniza una de las películas de la temporada, el enésimo remake de 'Ha nacido una estrella', que dirige el actor Bradley Cooper y que se adentra en lo peor de la industria discográfica
Cada generación necesita sus héroes, sus mitos, sus ídolos y sus dramas. Lo saben las franquicias de Hollywood que no paran de reactualizar sus éxitos del pasado. A esta moda se apunta Clint Eastwood, productor de Ha nacido una estrella, el quinto remake sobre esta gran tragedia americana sobre el mundo del espctáculo. Tras Judy Garland y Barbra Streisand, ahora, en época de dominación millennial, la estrella es la cantante Lady Gaga, una joven compositora y cantante a la que nadie quiere darle una oportunidad por su físico en el mundo de las discográficas y la fama.
Cuando ya daba por perdido todo se cruza en su camino un cantante de folk borracho con los rasgos de Cooper que descubre su magia y la lleva al estrellato, lo que también provocará su autodestrucción. El propio guion fue cambiado cuando se incorporó Lady Gaga al reparto, y se incluyeron algunas notas autobiográficas. Decepciones en el mundo de la música que la diva pop también ha sufrido por no tener un físico hegemónico. Y es que Gaga empezó con 19 años en la industria de la música, y fue rechazada muchas veces, y a pesar de todo siguió formándose, cantando y componiendo hasta que llegó esa oportunidad.
Gaga es la gran atracción, sin duda, que puede hacer de este dramón una cinta muy taquillera. Sin embargo, la gran sorpresa de Ha nacido una estreella es Bradley Cooper, el actor de Resacón en Las Vegas, ha estado cuatro veces nominado al Oscar, sin éxito y ahora podría lograrlo en este papel de estrella del rock en el que canta y además, dirige la película
Cooper ha conseguir traer la historia a la actualidad. Una historia en la que hay amor, de descenso a los infiernos, de adicciones y del éxito, pero además, a película esconde una crítica a una industria que permite que un hombre triunfe como quiera, pero exige a una mujer ponerse unas mallas y bailar, porque nadie quiere escuchar a una cantante con la nariz grande tocando la guitarra.