El documental estrenado este jueves revela a mayor profundidad a la mujer que bebió, amo´y cantó hasta la saciedad.
Chamana trascendida. Enamorada de la vida y de las mujeres. Ícono de la lesbiandad. Amiga de José Alfredo Jiménez, de Pedro Almodóvar, pero sobre todo, la cantante del amor dolido y trágico. Todo eso y más es retratado en Chavela Vargas.
Para los seguidores de la cantante, el documental de Catherine Gund y Daresha Kyi tal vez no les revele algo nuevo, pero aquellos que no están familiarizados inmediatamente serán enganchados por el magnetismo y fuerza de esta mujer que sin planearlo, abrió varias puertas a las mujeres de México.
A través de fotografías, videos y entrevistas a cercanos a ella como Eugenia León, Pedro Almodóvar, Jesusa Rodríguez, Patria Jiménez y Alicia Elena Pérez Duarte, se va formando un relato coral de una mujer que cantó, bebió y amó hasta la saciedad.
Chavela hace el recorrido desde la infancia de Isabel Vargas Lizano, cuando era marginada por su familia ("cuando llegaban visitas me escondían para que no me vieran"), su llegada a México, que le dijo que le iba a enseñar a cantar, sus parrandas con José Alfredo Jiménez, sus grandes amores, como Frida Kahlo, ("sus cejas juntas parecían golondrinas a punto de emprender el vuelo"); sus amigos, su alcoholismo, su sobriedad que la llevó a España, en donde fascinó a Miguel Bosé, Pedro Almodóvar y Martirio y su empecinamiento en morir en México.
No obstante, el documental toca esencialmente dos temas: su alcoholismo, aquel que probablemente nació del rechazo materno, su soledad, ese precio que pagó por su libertad y su pánico escénico ("es una enfermedad más de la psiquis que del cuerpo", se le oye decir), que la llevó al borde la locura y la muerte y que cuando se deshizo de él le dio una renovada y amorosa segunda oportunidad.
El otro punto en el que se hace énfasis es cómo ella fue la pionera en muchos sentidos: la primera que se puso pantalones y gabán para cantar; la primera en cantar con sólo dos guitarras y no con un mariachi; la primera mujer en cantarle al amor dolido, al que nos hiere, y aun así le deseamos que le vaya bonito. ("Ella no era de las que usaba vestidos y ponía los brazos en jarras para cantar qué rica es el agua de horchata"). Pero sobretodo, en ser quien a punta de patadas, abrió la puerta para las lesbianas, para que esa palabra no fuera motivo de vergüenza o rechazo.
Chavela Vargas es, sobretodo, el relato de una mujer que fue fiel a sí misma, que bebió, amó, cantó e hizo lo que quiso hasta saciarse y que estuvo dispuesta a pagar su libertad con el más alto precio: la soledad.