Como ha sido usual durante el desarrollo del ciclo que ha traído lo más destacado de la escena neoyorquina del jazz, a las 16:00 horas Joe Sanders salió al escenario del teatro para compartir experiencias y consejos teórico-prácticos con los melómanos y estudiantes de música de la región que se presentaron en el recinto.
Durante su cátedra titulada “¿Qué hay en una frase de contrabajo?”, Sanders invitó a dos bajistas del público a subir a la tarima con él para resolver personalmente sus dudas sobre ejecución. Poniendo como ejemplo una línea de bajo original asociada a la música que tocaban los músicos de su ensamble, Sanders pidió a los asistentes que pusieran atención sobre la función que cumple el contrabajo dentro de un grupo jazzístico e hicieran notar la diferencia entre dos maneras distintas de pisar y pulsar las cuerdas del instrumento, con el fin de obtener una ejecución menos tensa y esforzada y, en consecuencia, un sonido más lleno y cálido.
Ante la pregunta de cómo hacer para trasladar las emociones internas al instrumento en cuestión sin perder el control, Joe Sanders respondió: “Es sólo un instrumento. Debes ser capaz de hacerlo funcionar. Y sólo una vez que tienes la funcionalidad del instrumento, y eso significa conocer cada una de las notas en el bajo, conocer cómo ir de arriba hasta debajo de un solo salto y tocar el instrumento sin siquiera pensar en ello, la música puede salir desde el corazón.”
“¿Consideras importante practicar con música del repertorio clásico?”, preguntó alguien más desde el público, a lo que Joe Sanders respondió con una carcajada fuerte e irónica.
“Es gracioso porque esto pasa con muchos bajistas en el mundo… —respondió enérgicamente— ¿Cómo puedes tomar un instrumento que tiene cientos, cientos de años de historia y negar todos esos años de herencia y tratar de tocarlo como si fuera jazz? Yo tuve el privilegio de estudiar clásico, pero pude ver a quienes tenían problemas para tocar incluso ‘Mary tenía un corderito’. ¿Cómo puedes ignorar toda esa historia, los treintas de Ellington? Durante todo ese tiempo se ha generado un repertorio impresionante. Para mí simplemente no tiene sentido. ¿Cómo puedes ser un ejecutante emocional con tu instrumento si no conoces la mitad de lo que se ha hecho con él?” Sanders ha recibido una sólida preparación académica, entre sus maestros destaca, Catalina McGinn, miembro de la Orquesta Sinfónica de Milwaukeequien le proporcionara instrucción clásica, así como las herramientas y la disciplina necesarias para desarrollar una carrera profesional exitosa.
En punto de las 19:00 horas, Joe Sanders, portando un saco azul cielo, un corbatín morado, un gorro que cubría parcialmente sus rastas y tan sólo un par de calcetines sobre sus pies, tomó el escenario del Ocampo junto con los tres músicos que integran el ensamble “Joe Sanders Infinity”. “¿Cómo están? ¿Bien? ¿Seguros? —Saludó Sanders insistentemente después de tocar su primera pieza— ¿Tuvieron una buena comida de domingo? He escuchado sobre las comidas de domingo mexicanas, dicen que empiezan por la tarde y terminan a las diez, así que me alegra que hayan llegado. Yo también estaría en una comida mexicana si no tuviera que estar aquí. Pero es bueno estar aquí compartiendo con ustedes nuestra música. Me gustaría presentarles a los músicos que ustedes han estado… y estarán por siempre escuchando”, bromeó.
Tras una hora y media de concierto que incluyó canciones extraídas de todas sus producciones —incluyendo la primera canción que escribió en toda su vida, titulada “Bewildered Minds Wait”—, con encore incluído, Joe Sanders se despidió de México después de haber ofrecido cuatro clases magistrales y cuatro conciertos durante su estancia, demostrando no sólo con su atuendo, sino con su actitud hacia la composición y el trabajo escénico, que la frase bordada en sus calcetines es, para él, una filosofía de vida: “They don’t want you to, but I say: do it”. (Ellos no lo quieren, pero yo digo: hazlo).