«Sí, la escritura puede cambiar algo para que sea mejor, aunque sea poco, peropuede.»
Ryszard Kapuscinski
Es un verdadero placer estar aquí y poder participar, aunque sea de manera un tanto virtual, en la presentación de este nuevo libro de Luis Zapata. Quiero agradecer la invitación que me hizo Luis y sobretodo agradecer a la editorial Cal y Arena por acercarnos, a nosotros lectores, esa obra y permitirnos disfrutar de ella en una edición además bella y bien cuidada, lo que siempre se agradece. Conocí a Luis una noche, hace algunos años, en un pequeño lugar de Cuernavaca, llamado “Barecito”, dónde habíamos llegado porque solíamos ir ahí a tomar tragos con amigos. Esa noche, nos topamos con la filmación de una escena divertida en franco contraste con la sensación extraña de escuchar, por lo menos un centenar de veces «Quiero ser, la consentida de mi profesor». Simpatizamos, como decimos en Francia, ese día, y desde entonces nos hemos encontrado muchas veces y hemos platicado muchas veces también.
Estar invitado a presentar un libro es un honor y a la vez uno se siente un poco incómodo porque finalmente, uno sólo puede dar opiniones personales e interpretaciones subjetivas respeto a la obra. Luis Zapata nos lleva a un viaje a tierras inquietantes y abarca un tema, el de la depresión, que a primera vista podría parecer sin mucho interés o hasta aburrido o repetitivo. Pero ahí aparece la maestría del escritor y el poder de la novela que es y no es novela si se nos antoja creerle al narrador, pero que de todos modos, es un viaje del cual no regresamos, regresaremos indemnes y en el cual, como fue mi caso y el de muchos lectores, me atrevería a decir, vamos a reconocernos o por lo menos enfrentarnos a sensaciones vividas en carne propia o ajena. Este libro es un poco la historia de una novela o la génesis de esa novela dónde encontramos, no solamente temas que giran alrededor de la depresión, sino también una multitud de referencias al lenguaje, a la cultura, a lo cotidiano y a la percepción que tiene cada quién de su ser más íntimo y no tan íntimo. Luis nos acerca una obra seria, a veces densa, pero jamás exenta de humor donde el autor lleva al lector por diferentes caminos, tiempos, sentimientos y emociones. A lo largo de la novela, el autor reta al lector pero a la vez, logra crear una obra universal, en el sentido que, aunque pueda parecer autobiográfica, el lector se reconoce en ella, se enfrenta a situaciones ya experimentadas o conocidas y eso es una de las mayores virtudes para un libro. La estructura de la novela es también digna de interés: hay un uso constante de lo que podemos llamar palabras clave y de flashback que, de cierta manera tambalean al lector, lo empujan de un lado al otro; lector que empieza cada vez más, conforme se adentra en el relato, a percibir esa sensación de malestar generalizado que logra transmitir el narrador.
También, Zapata, nos lleva de la mano, nos seduce desde el primer párrafo. Claro, seducir quizá no sea la palabra más adecuada para asomarnos al mundo de un depresivo como loes, lo será o lo fue Orlando Barreto, ese ladrón de enfermedades, pero el autor tiene ese talento para adentrarnos poco a poco en el mero asunto hasta que, por dónde queramos mirar, ya estemos en medio o en miedo de un caos psicológico. La lectura se vuelve placentera aunque no sabemos qué pueda suceder a la vuelta de la página. Nos propone además una escritura rigurosa y ligera a la vez, sin dejar de ser exigente con nosotros los lectores (los flashback, juegos de palabras, distorsión del tiempo) y consigo mismo. Nos comparte, no sé si el autor, el narrador u Orlando mismo, sus temores más íntimos: la locura, la muerte, las enfermedades, el teléfono, las estaciones o los tic de los toc pero, afortunadamente siempre agregándoles un toque de humor y de auto-derrisión en un lenguaje que podríamos calificar de académico-coloquial.
La novela se estructura en varios niveles: hay un juego constante con el tiempo que nos remite al uso del tiempo en el cine, un tiempo que se alarga, que pasa y no pasa, y no pasa y de repente, salta para regresar a dónde no pasa y así, sucesivamente. El narrador dialoga constantemente consigo mismo, al mismo tiempo que narra las aventuras o infortunios de Orlando Barreto y esa mezcla de tiempos-espacios-narraciones jala al lector que de repente se encuentra inmiscuido. ¿Pero inmiscuido en qué, en dónde, cómo? Estamos ante el poder de la pluma, la fuerza de la narración.
¿Qué quiso hacer el autor? ¿Será esa novela una manera de exorcizar todos esos momentos insoportables (¡llámense angustia, depresión, malestar!)? Para mí, que soy sensible a esos temas y que he sentido a veces ese nivel de desesperación, aunque y por fortuna, siempre por lapsos muy breves, me parece esa novela una proeza. Poder hablar de un tema tan íntimo, tan difícil, tan inabarcable, porque demasiado inmaterial; sí, es una proeza literaria. ¿O será que el tour de force es más bien para el autor que sigue vivo a pesar de esos 39 largos años? Bueno, eso sería una pregunta difícil de contestar o quizá fácil: ahí reside el misterio de la escritura y del relato. En qué momento se pasa el umbral o dicho de otro manera, dónde empieza la ficción, dónde se confiesa el autor, dónde el lector le agrega toques personales, hasta sin darse cuenta... Porque a veces, esta novela parece un diario de confesiones, y no sabemos dónde se encuentra el límite entre ficción, biografías y autobiografías, tanto en el argumento como en la forma misma del texto.
Esa lectura nos deja con ganas de hacerle muchas preguntas a Luis. ¿Será cierto todo lo que escribe? ¿Podemos realmente vivir así? ¿Le sucedió todo eso? ¿Tantos años? He ahí un libro que, sin duda, aporta y nos permite reflexionar acerca de nuestros pensamientos, sobre todo cuando sentimos ese hundimiento del cual habla el autor, y acerca de la vida en general; vida, que además pasa a la velocidad de un guiño de ojo o de un sueño.
Finalmente, aunque nuestro héroe fume como chacuaco, sea tan grandote y no sepa mantenerse, le dé infinita hueva hacerse unos finitos huevos yle guste que los muertos aparezcan para desaparecer,nos da ternura, nos preocupamos por él, nos inquieta su futuro y su pasado: eso es la magia de una novela.
Lo primero que hice cuando terminé de leerla, fue empezarla a leer de nuevo, porque uno quiere ver ya, con más detalle, como todo empieza o empezó...
¡Felicidades maestro!